En esta película, Nicolas parece perderse en su papel; el director adopta un enfoque diferente, marcando un ritmo pausado y casi silencioso. Esta decisión artística parece exagerar la tensión, estirando la narrativa hasta su límite.
Si les gustan este tipo de relatos de espías, disfrutarán con una película que sabe recuperar en su diseño de producción ese aspecto sórdido de colores terrosos que asociamos con ellos.
Para contar esta historia edificante de un aspirante a Ícaro que no se quema las alas, la película echa mano de un arsenal de recursos que atacan directamente al lagrimal.
Viene a demostrar que el sueño americano es un columpio desbocado. La película resulta absorbente y presenta no solo un tercer acto, sino también un cuarto y hasta un quinto.
La historia resulta, posiblemente, más fiel que impresionante. La película ha obtenido todos los premios de la Academia del cine polaco, lo que sugiere que la narrativa tiene un significado que no es tan obvio para quienes la ven desde fuera.
El estilo de animación es más estilizado que realista, y la "abstracción" que se aplica a los fondos y detalles es comparable a la que afecta al argumento y al contexto social en el que se desarrolla la acción.
Cuando nos damos cuenta de que ha comenzado el lío, no podemos apartar la vista. Estamos completamente atrapados, ya que Noé maneja de manera excepcional lo que solo se puede describir como un aumento gradual de tensión.
Gillespie busca una narración dinámica y emocionante. En la primera hora de metraje, logra alcanzar el nivel de excelencia de las obras narradas por Scorsese, como "Uno de los nuestros" y la compleja "Casino".
Está bien recordar que la verdadera batalla no se libra en galaxias lejanas ni entre espartanos valientes, sino en el mucho más relevante ámbito de los pupitres.
Biraben logra transformar la historia en un thriller emocional. La película se sostiene principalmente gracias a la actuación de la joven actriz Bárbara Lombardo.
Su dominio formal es tan formidable que habrá quien la despache con el viejo prejuicio griersoniano. Es una experiencia total e inmersiva, sabiamente coreografiada.
Los fans de Bruce Lee o Jackie Chan tal vez se sientan decepcionados con la característica marca de Wong. No hay más que observar el clímax final para comprobar que toda la épica que se desarrolló anteriormente ha valido la pena.
Es un verdadero descenso a los infiernos que observamos horrorizados hasta un dilatado y excesivo final que sin embargo no consigue que nos desenganchemos, aunque nos dejemos algún jirón por el camino.