Para los aficionados de la serie B española, el documental será un impulso de nostalgia, mientras que para los neófitos representa la oportunidad de explorar un submundo fascinante y políticamente incorrecto.
Es mucho más que un biopic. Se trata de una incisiva y crítica exploración de la clase política, desentrañando la trastienda del poder y revelando su hipocresía, frivolidad e interés personal. Esta película se convierte en una auténtica herramienta de denuncia.
Del Toro vuelve a evidenciar que es un portentoso creador de imágenes. Su imaginería resulta desbordante, y su virtuosismo formal sirve para envolver al espectador en una espiral de sensualidad.
Melfi adopta un tono un tanto simplista. La historia merecía distanciarse de las convenciones de los biopics más convencionales y atreverse a romper con esas normas.
Película casi artesanal que sabe cómo sacar provecho a los mínimos recursos con los que cuenta para crear una atmósfera especial. Es una obra cinematográfica muy cinéfila y nostálgica. Aunque es pequeña, resulta entrañable.
Una suntuosa y barroca película con espíritu gamberro en la que cada secuencia se coreografía alrededor de una espiral de exceso en la que suena una mixtape arrolladora.
Una reconstrucción histórica un tanto acartonada, lastrada por la afectación, por un academicismo relamido y un humanismo trasnochado repleto de buenas intenciones y equivocadas decisiones.
Es un ejemplo de cine político sólido e íntegro, que se mantiene alejado de tentaciones exageradas. Sin embargo, se pueden señalar algunas fallas en el mecanismo narrativo utilizado para sustentar la trama.
Un magnífico western con resonancias noir, tenso, trágico y solemne, de una contenida crudeza emocional y una perturbadora ambigüedad moral. Una estupenda película.
En esta ocasión, la película mejora en varios aspectos. Adquiere una notable consistencia al presentar una aventura que combina la épica heroica con un entretenimiento inteligente.
Las imágenes que compone Toa Fraser, aunque eficaces, resultan un tanto anodinas, lastradas por la pereza y la escasa capacidad para crear verdadera tensión.
Nicolás Gil Lavedra crea una película de intriga que adopta las características del relato criminal para ofrecer una mirada compleja sobre la insatisfacción del ser humano.
Un espectáculo cromático en negro y rojo apabullante y dotado de una imaginería visual propia en la que se dinamitan las reglas del 'blockbuster' convencional.
Un curioso y refrescante cóctel entre cómic, 'thriller', comedia y costumbrismo castizo. Una de las sorpresas de la película es sin duda Brays Efe, que demuestra su versatilidad.
El director mantiene un ritmo constante hasta llegar a un acto final que resulta demasiado apresurado, donde se pierde todo sentido narrativo. En este punto, las inspectoras y sus motivaciones ya no parecen relevantes.