Lo que a primera vista pudiera parecer un western tradicional, se revela en realidad como un drama familiar intramuros cargado de perversidad moral y una malevolencia soterrada.
Ciertamente en el plano argumental, James Gray, director y guionista, está muy lejos de lo que prometían sus primeras obras. O posiblemente aquellas, sobrevaloradas en su momento, adquieren a la luz de sus trabajos recientes, su dimensión verdadera.
Un relato cautivador. El lúcido autorretrato de una industria hollywoodense fascinada siempre con el periódico recuento de sus propias miserias y grandezas.
La película presenta una trama novedosa, aparentemente subversiva, con un toque de ingenuidad en su realización. Las escenas eróticas son prudentes e inofensivas, mientras que la edición del filme aborda la complejidad de la narración de forma algo apresurada.
Con una pista sonora impactante y una propuesta visual sumamente creativa y cautivadora, Eisenstein en Guanajuato es, a pesar de las críticas sobre su folclorismo ocasional, un verdadero homenaje a la magnitud de la genialidad.
Es preferible abandonarse al goce estético de las imágenes fulgurantes que propone el flujo de conciencia del narrador y establecer los vasos comunicantes entre esta cinta y otras obras del cineasta en su periodo de mayor intensidad creativa.
Lo que pudo ser una sugerente aproximación al gran drama, se vuelve un insípido melodrama que prolonga, escena tras escena, el mismo tono quejumbroso y amargo de un ser atrapado en el pasado, proclive al sentimentalismo.
Propuesta novedosa es 'Francofonía'. El documental se transforma en una original alegoría sobre el poder y sus excesos, así como en la compleja relación entre la renuncia a la soberanía nacional y los impulsos libertarios que siempre la defienden con fervor.
Hermanus no llega al lirismo ni a la carga emocional del clásico japonés. Sin embargo, es importante resaltar la destacada actuación de Bill Nighy, quien, con su característico talante flemático, logra transmitir momentos de emoción auténtica.
George Clooney se queda a medio camino en la representación de esa farsa amarga que se vive en la pesadilla con aire acondicionado de los años cincuenta, pero es, sin duda, una estupenda opción de entretenimiento.
Al convencionalismo de esta trama, plantada sin rodeos en las rutinas y clichés del género de aventuras, la matiza por fortuna el ocurrente recurso a una parodia abierta.
La cinta de Tarantino refleja un desencanto crepuscular generalizado, utilizando un enfoque que simula un documento sobre un suceso impactante. Al mismo tiempo, evoca de manera brillante y juguetona una época singularmente nostálgica.
Al apostar por concentrarse en el propósito melodramático de la obra teatral y sólo capturar el drama crepuscular de la estrella, el realizador desperdicia la oportunidad de ampliar el panorama del registro biográfico.
Tiene el efecto colateral de disolver convenientemente cualquier conflicto racial capaz de enturbiar el gusto predominante de Hollywood por la corrección política.
Un drama de ambiciones desmedidas y escrúpulos silenciados que pudiendo acceder a una noble inspiración shakesperiana ha preferido la mercadotecnia eficaz de una indignación mediática.
Es fácil imaginar la brillante madurez teatral que la película insinúa. Si se cumple la opinión de que la infancia determina el destino, pocos comienzos en una carrera artística han sido tan satisfactorios y a la vez instructivos.
Ewan McGregor, fascinado y apabullado tal vez por un material tan perturbador, lo transforma en un melodrama social ciertamente interesante, pero de intensidad muy baja y con derivaciones harto convencionales.