La pareja protagonista brilla todo el tiempo. Óscar Isaac y Jessica Chastain. Estas dos presencias animan vigorosamente el tercer trabajo de un realizador vuelto ya referencia insoslayable en el cine estadunidense.
Este drama tiene las tonalidades de ironía oscura que caracterizan la obra de un director incisivo que ha sabido evocar, mejor que nadie en su país, las atmósferas de desasosiego y también las voces disidentes de una comunidad sumida en el temor y en el silencio.
Lejos de traicionar el espíritu del libro, la cinta refuerza el lirismo de la novela. En ese ambiente de desolación y tristeza, un vuelo de golondrinas, símbolo del autoexilio liberador de las perseguidas, tiene en la animación, su expresión más afortunada.
Encuentra el balance y el tono justo de esta evocación de una historia de amor sin porvenir en la que el melodrama ha sido sustituido, de modo muy discreto, por una añoranza sentimental que es también un tributo abierto a la literatura y a la fotografía.
Un toque de zen. La sorpresa es enorme y estimulante. Una suma de sus constantes estéticas y exploración de una tradición narrativa y filosófica sólo en apariencia hermética, ciertamente fascinante.
Una arriesgada incursión en la comedia de horror, muy atractiva desde su premisa de ilustrar fantasiosamente las alteraciones mentales de un personaje esquizofrénico.
Akin no arriesga en su narrativa ni en la originalidad de los diálogos ni en un despliegue de consignas panfletarias. Lo que busca y logra plenamente es contrarrestar esa rigidez opresiva con el alegre desenfado de las minorías que a menudo son silenciadas.
Más allá de esta trama convencional y previsible, el talento de Klapisch se despliega en un manejo sobrio de las coreografías de danza que por sí solas constituyen todo un espectáculo.
La película intenta abarcar una cantidad excesiva de elementos políticos y judiciales en una trama que se siente excesivamente compacta. Aunque comienza con un buen ritmo, este se ve obstaculizado por la dificultad de presentar de manera clara un contexto social tan complicado.
Un juego de dominación y poder que funciona como metáfora y microcosmos de una sociedad francesa en la que aún persisten las crispaciones ideológicas y un clima de intolerancia xenófoba.
La perspectiva que Laura Herrero ofrece hoy sobre ese mundo refleja una profunda carga de solidaridad y empatía, lo que le permite distanciarse del juicio moral y de una denuncia social explícita.
Costa-Gavras no había explorado la realidad social de su país hasta ahora. Su regreso, a los 88 años, evidencia su buena salud artística y, sobre todo, la firmeza de sus convicciones políticas.
A la película de Popper, al igual que a la de Greengrass, les sobran concesiones dramáticas que restan contundencia artística. Sin embargo, al ser consideradas en conjunto, brindan una perspectiva más coherente sobre el significado político y emocional de una tragedia interminable.
A la cinta de Popper como a la de Greengrass les sobran demasiadas concesiones dramáticas para alcanzar una contundencia artística. Consideradas en conjunto ofrecen, sin embargo, una aproximación más coherente al significado político y emocional de una tragedia interminable.