Lanthimos y su obligación de ser el más retorcido y posmoderno convierte progresivamente la historia en una repetición de momentos sin la menor gracia, en un planificado y aburrido disparate.
La historia es magistralmente presentada por un director con una personalidad arrolladora. Los diálogos son excepcionales. A pesar de que la han etiquetado de manera condescendiente como una película pequeña, yo la considero una obra grande. Me deja profundamente impactado.
Polanski extrae con talento todo lo que pretende de sus intérpretes, aporta su malicioso sentido del humor, sale triunfador del osado experimento. No es una película deslumbrante, pero sí divertida y con un punto de inquietud.
La película presenta una violencia tan extrema que llega a ser absurda. Se repite un menú de personajes exagerados y situaciones sin sentido, además de una sobreabundancia de disparos.
Sucesión de tópicos, personajes con vocación de realismo pero que se transforma en esperpentos, mordacidad que pretende ser incisiva aunque resulte plana. Es una película pretenciosa y leve, tan fácil de consumir como de olvidar.
El guion carece de coherencia y parece pretencioso. Lo más frustrante es el ritmo monótono de las imágenes. Me resulta tedioso tanto lo que veo como lo que escucho. Con un poco de suerte, lograré escaparme del resto.
Algunos disfrutarán enormemente del violento y vertiginoso universo, mientras que otros se sentirán abrumados por un esquema predecible que revela la falta de esfuerzo creativo por parte de los guionistas.
Su encomiable lección de historia me resulta bastante tediosa, me desintereso de los dramáticos recuerdos de esos hombres y mujeres que hablan en planos fijos que no se acaban nunca.
Otro ejemplo del espeso cine iraní que se ha puesto de moda, el estilo es tan plano que no siento empatía por el sufrimiento y el amenazador destino de tantas víctimas inocentes. Logra que me cierre los ojos.