Acierta a contar una página de la historia que se escribió con renglones torcidos, poniendo recta la cámara y encendiendo una luz oportuna. Un elegante ajuste de cuentas con la historia negra de Georgia.
A pesar de una leve inclinación hacia lo caricaturesco, la película aborda con acierto el colorismo de los años ochenta y la música genérica que envuelve la angustia de unos jóvenes tan confundidos como los propios espectadores.
Furman decide mezclar elementos diferentes para ver qué resultado obtiene, aprovechando también su papel como productor. Continúa en la búsqueda de su propio estilo, que navega entre las influencias de Heisenberg y 'Narcos'.
Trapero, a través de normas reconocibles como el relato moral, la intriga criminal, la estética hollywoodiense y la banda sonora en inglés, ha logrado construir un ícono de la familia mafiosa argentina, comparable a los irlandeses e italianos.
Metáfora colorista de toda una transición política, despliega el poder del entusiasmo hasta hacerlo contagioso. Combate con ingenio la amargura del recuerdo y pone de manifiesto que hay muchas formas de asumir seriedad y compromiso.
Perisic adopta la vía artística del Nuevo Cine Rumano para retratar esa desilusión creciente en una hipermetropía discreta y brillantemente plasmada que se enfoca en lo distante mientras ignora lo inmediato.
Sin remilgos ni alardes, por un camino convencional pero efectivo, Zbanic busca transmitir esperanza. Sin embargo, antes opta por ser justa, colocando la cámara en la sala de cine del infierno.
Sutil, con gran manejo del fuera de campo, esta obra se aleja de la reivindicación nacionalista y se adentra en una profunda tristeza bien fundamentada. El trayecto de Vlada revela fragmentos de historias truncadas.
Sin noticias del Atom Egoyan que deslumbró. Un drama judicial convencional, ajustado a las normas típicas del género televisivo y afectado por un elenco extraño.
Se aleja de la comedia superficial y no se adhiere a las convenciones del drama sentimentaloide. La película consigue un equilibrio complicado y logra un tono notable de eco social al prescindir de una moraleja.
Va sorteando el eco de filme corporativo gracias a las imágenes de un camino lleno de sinsabores en el que las imágenes hablan más y mejor que algunos testimonios políticos algo manidos.
Tras un despegue complicado, el poder cómico de la pluma toma los mandos haciendo un equilibrio imposible entre el kitsch trasnochado y la genialidad. Cámara, Areces y Arévalo son auténticos Chicos Almodóvar, tres personajes que quedarán en la historia del cine español.
La intriga resulta más desasosegante que verdaderamente misteriosa. Los esfuerzos del director por convertir el sótano en un espacio inquietante, mediante planos al estilo de Fincher, terminan desvaneciéndose al igual que el personaje de Cluzet.
El director imprime carácter y sencillez al conjunto, abordando la transformación de la atracción fatal hacia el empoderamiento femenino en el contexto del conflicto palestino.
La mula funciona como un MacGuffin berlanguiano, presentando un animal que evoca 'La vaquilla'. Mario Casas ofrece una interpretación sorprendente, mostrándonos un lado de él que no habíamos visto antes. Es su mejor trabajo, comparable al de María Valverde.
Un entramado colorido que recuerda a la saga Ocean, aunque con un toque de pudor. Sin embargo, la intención estilística termina siendo más ruidosa que sofisticada, al igual que el título de la película.