El mundo implacable de la televisión permite a Jodie Foster encerrarse nuevamente, desprovista de pretensiones, y continuar en la brecha gracias a su oficio.
El autor nos involucra en su narrativa, rememorando el cine de salón de Ozon e incluso el engañoso ‘aquí nunca pasa nada’ del maestro Chabrol. Detrás de la parodia ligera, que resulta algo repetitiva, y del espectáculo cuestionable del poder, se encuentra la ira reprimida de un creador que sufre ante un mundo regido por la especulación.
De la Iglesia utiliza los referentes con maestría, desde los créditos hasta los diálogos, que brillan de una manera que no recordábamos desde 'La comunidad'. Es, sin duda, la película más completa del director.
Toca tantos referentes, visita territorios tan transitados, que la aventura resultante, por imposible que parezca, logra resultar insólita. O, cuanto menos, sorprendente el resultado final, tan entretenido como agotador.
Nuevo enfoque, aparentemente más modesto en su producción que el primigenio del faraónico eje audiovisual francoalemán Berry-Langmann pero con novedades interesantes y hasta cierto punto divertidas.
El colmo de esta encantadora película destinada al público de preescolar es que estamos ante una aventura sin villanos, donde los protagonistas se equivocan y piden disculpas.
Es el estilo de Shyamalan en 'El incidente', pero llevado a un cine íntimo. Una desesperada visión sobre nuestros días, aquí y en Arkansas. Una explicación a tanto desconsuelo.
No es solo que camine en el borde de la verosimilitud; es que es eliminada de forma abrupta al inicio. La trama presenta más giros que el Gran Prix de Montecarlo, convirtiéndose en algo simpático al llevarnos de un lado a otro.
Un 'Fast & Furious' que no pisa a fondo. El meollo en el que se mueven los personajes no está a la altura de la estampa, lo único que imprime carácter a esta carrera que de tanto ir hacia todas partes y tocar todos los palos archisabidos acaba salvándose de la quema.
Todo fluye más allá del acierto formal de ese plano continuo y de la experiencia inmersiva. Barantini logra captar nuestra atención con un gran Stephen Graham.