Conocerás a Woody Allen, pero no al Woody Allen auténtico. Un filme hecho con molde de fábrica para ser reconocido, pero vaciado de toda enjundia. Es un sucedáneo.
Comedia divertida y amarga a la vez, sin pretensiones ni excesos. Se mantiene fiel a la esencia coral de la comedia berlango-azconiana y evita caer en los errores típicos de la televisión.
Juego de atmósferas y de colores, de un trabajo fotográfico impecable y muy diverso, el director vuelve a trabajar de manera excelente con la pérdida y las obsesiones, combinándolas con un enfoque renovado.
Irregular pero drástica. La gravedad y el simbolismo con que se inicia este retablo de un país en transición van perdiendo fuerza a medida que la sátira se adueña del paisaje.
El personaje de Miki Esparbé crea una fantástica dinámica con Alain Hernández en un intercambio dialéctico interesante donde la política sirve como telón de fondo para exponer nuestras miserias sociales.
Al final, uno emerge como los personajes: aturdido, pero con una sonrisa que mezcla diversión y alivio, con una renovada confianza en los excesos del director más audaz de nuestro cine.
El cine acaba con las leyendas. Con una factura espléndida y el sello distintivo de la escuela Alatriste, el guión se mueve entre lo trepidante y lo tópico.
Queda el vértigo por el vértigo, presentando una sociedad mal elaborada de monstruos que sofocan la trama. Un filme de entretenimiento que se hace largo y pierde su impacto.
Historia de trama sencilla que narra la vida de un club de poetas. Comienza con debates en el aula al estilo de un documental francés y se transforma en un vibrante musical rapero.
Muestra más asideros de calor humano que el cine de Haneke. No son suficientes, pero alivian, y encauzan un camino de remisión a través de la música para Lara. La superviviente del piano.
La combinación entre las ideas de 'Escuela de rock' de Linklater y el cine danés más introspectivo logra un equilibrio interesante. El filme llega a un crucial momento en el que debe decidir entre la necesidad y la razón.
¿Qué solemos hacer a la hora de la siesta? Las historias documentales del reino animal son curiosas y entretenidas, aunque no logran impresionar del todo. Los realizadores parecen encontrar su mejor expresión en los microcosmos que exploran.
Manual del perfecto asesino a sueldo se destaca más como un ejercicio de estilo en el cine que como una obra literaria profunda que busca revivir un género.