El remake de "Mis queridísimos hijos" logra superar a la versión anterior, aunque no es una obra maestra. Destacan sus talentosos protagonistas y varios secundarios que aportan inspiración a la trama.
Qué maravillosamente está narrada esta cómplice relación entre ambos protagonistas, con cuánta naturalidad el espectador comienza a entenderlos. Lo mejor: Unos excelentes Biscayart y Brunnquell.
Una película con un presupuesto muy limitado que, si hubiera mantenido el tono humorístico del inicio durante toda su duración, probablemente habría atraído a más seguidores.