Es tan sorprendente como coherente con el cine de la directora. El tono ligero y la capacidad de identificación con los sinsentidos del amor hacen que la sala consuele sus propios desamores con carcajadas.
Desplechin se pierde en un rompecabezas narrativo con múltiples hilos. El resultado es excesivo y muchos espectadores pueden quedar desorientados. Sin embargo, aquellos que logran conectar con la historia se adentran en lo mejor de su cine.
Diluye sus destellos afilados en convencionalismos romcom que logran generar empatía con su travesía por la desorientación sentimental, aunque carece de frescura.
Una nueva cumbre de excelencia orquesta la extrañeza, el humor negro y, básicamente, la posibilidad de que pueda ocurrir cualquier cosa con mano maestra de demiurgo en su filme más deslumbrante.
El recorrido por esta mansión al estilo Cluedo es meticuloso y fluido. El entretenimiento resulta ligero, dulce y satisfactorio, como un delicioso donut.
Resulta admirable la llegada desde Hollywood de una película como Déjame salir, una producción refrescante que encara de frente temas peliagudos. Es un potente debut como director.
Su intención nunca fue hacer una ácida sátira política y aun así hay detalles destacados. Lo más notable es la actuación de Franco, quien demuestra una elasticidad facial digna de Jim Carrey, y su archienemigo.
Un ovni fílmico imprescindible, el humor de la extrañeza y el costumbrismo desnudo conviven en un relato que no titubea. Todo un regalo para ver, disfrutar y recomendar.
La adaptación es ágil y excesiva, como se podría anticipar. Sin embargo, no logra resolver sus dos grandes problemas: la fachada anacrónica y el interior dominado por la influencia de 'Trainspotting'.
Transmite a la perfección un tipo de opresión cotidiana con voz personal y el suficiente humanismo como para dar a sus personajes la opción de mejorar.
Las fantásticas Danielle Panabaker y Nicole LaLibertie protagonizan un exploit de diseño como dos camareras en una cruzada por aniquilar al género masculino.
Es al momento de preparar las tortas cuando todo se intensifica, los nervios del productor se convierten en caos y el clímax transforma lo que podría haber sido una obra única en algo vulgar.
La gran baza del director Rob Savage radica en los sorpresas que revela en un crescendo que intensifica la inquietud que ha creado a lo largo de la película.
Es tan divertida y caótica la representación del desastroso rodaje de una película de brujería que desearás que la experiencia se extienda más allá de los 50 minutos.
El placer visual es inmenso al observar a un ser humano solo haciendo cosas en silencio. Cada parpadeo o sutil movimiento de labios del actor Mads Mikkelsen transmite un amor frío, casi mortal.
Hora y media de Rachel Nichols atrapada en un estacionamiento subterráneo en Nochebuena, mientras un Wes Bentley, con una psicosis extrema, la persigue. La película logra cumplir con su objetivo de mantener la tensión y el interés del público.