El guion de Jacques Prevert destaca por su ingenio y concisión. Sin embargo, es la variedad de perspectivas ofrecidas por la dirección fluida de Renoir lo que transforma esta película de un mero mensaje propagandístico en una verdadera obra de arte.
Es algo que se sitúa entre el apocalipsis y el estilo de Andy Warhol. La originalidad comienza a debilitarse a mitad de camino, pero resulta casi un alivio.
Uno de los pocos thrillers psicológicos que es genuinamente psicológico y que depende de matices sutiles — un gesto, una entonación. Boyer y Bergman están excelentes.
La energía rebelde de las películas anteriores se ha cambiado por una autoconsciencia que busca ser significativa pero que acaba oscureciendo el talento de Miller, favoreciendo el didacticismo torpe.
Al igual que el personaje principal, la película se aventura por la carretera sin una meta clara. La creatividad intensa que caracteriza sus inicios se transforma en una tensión extraña hacia el final.
Una de las primeras películas sobre un robo, este largometraje de 1950 contribuyó mucho a la esencia del género por su observación meticulosa del plan y la ejecución.
La película parece optar por un enfoque superficial y simplista, dando la impresión de que sus creadores no creen que el público pueda conectar con una narrativa más profunda.
La Lady M de Jeanette Nolan resulta ser un intento fallido. No obstante, hay una energía notable en esta interpretación cruda y veloz; la rapidez del ritmo aporta una calidad de delirio abrumador.
Es el primer ejemplo de la propensión de Huston a sacrificar la humanidad de sus personajes por ángulos de cámara artistoides y composiciones distendidas.