Argento se esfuerza tanto en conseguir unos buenos efectos, utilizando planos llamativos, luces vibrantes y ángulos de cámara peculiares, que sería una falta de respeto no asustarnos un poco.
Su aspecto visual evoca un sueño febril y mareante, similar al que podrías experimentar durante un festival de películas de Orson Welles, acompañado de una deliciosa pizza de pepperoni.
Su sorprendente amplitud emocional, su generosidad y convicción, demuestra que todavía es posible conseguir algo de valor dentro de los estrechos márgenes del cine comercial.
Casi funciona más de lo que debería, dado el curioso reparto y la incapacidad de Ridley Scott para sostener la tensión dramática o construir una escena coherente.
Hay poco aquí para mantener la atención de alguien mayor de 9 años. Para las familias en busca de entretenimiento, puede que sea hora de volver a buscar a Nemo otra vez.
En esencia, una versión de 30 millones de $ de 'Abbott y Costello contra la momia', pero no por ello mala, gracias sobre todo a la sequedad con la que Bill Murray pronuncia sus diálogos y a cómo el director Ivan Reitman mantiene un tono moderadamente coherente en la trama.
Friedkin no logra tener el control necesario del material para transformarlo en una obra de arte, aunque es una de sus contadas películas que cuenta con un verdadero trasfondo emocional.
El estilo de la cámara tiene influencias de Murnau, mientras que el manejo del espacio, con esos vastos entornos que afectan a los protagonistas, es completamente obra de Vidor.