Entretejida con extravagancias estilísticas que pueden parecer intrusivas, es más emocionante cuando sus escenas dramáticas se mezclan con material de archivo.
Inundada de placeres constantemente sorprendentes, Guillermo del Toro despliega puro encantamiento. Centrada en una exquisita interpretación de Sally Hawkins que transmite tanto delicadeza como fortaleza.
Además de los considerables placeres de una historia real bien narrada y la sutil caracterización de Jarkko Lahti en el rol protagonista, la película es una pequeña maravilla de impecable destreza.
Es un verdadero problema cuando los personajes secundarios eclipsan a los protagonistas en un musical. Este desequilibrio transformó lo que históricamente ha sido un espectáculo muy entretenido en algo que se siente tedioso.
Extraordinaria en su penetrante intimidad e hiriente en su dolor, 'Jackie' es un retrato notablemente crudo de la icónica primera dama. Una sorprendente interpretación de una Natalie Portman que nunca había estado mejor.
'Stonewall' rara vez se aleja de sus clichés. No es la mirada más creativa o crítica en términos políticos, pero resulta entretenida y, en ocasiones, bastante emocionante.
Los ásperos encantos de Billy Bob Thornton siempre son bienvenidos en pantalla, pero su regreso como director y guionista no tiene nada que hacer con este guión.
A menudo, Clint Eastwood ha mostrado una debilidad por la cursilería, usualmente atemperada por la sencilla eficiencia de su dirección. Pero aquí, la cursilería es irremediable.
Un drama con vida propia. La exquisita producción y el diseño de vestuario, junto con un elegante y meticulosamente calibrado movimiento de cámara, hacen que sea una experiencia visual seductora y única.
La película resulta mediocre cuando se la compara con dramas complejos y con una estructura dinámica sobre el terrorismo, como 'United 93' o 'Zero Dark Thirty'.
A veces inquietante, a veces estimulante y algo contemplativa, es una película visualmente majestuosa con tonos y texturas cautivadores. Su sigilosa carga emocional es alimentada por el infalible trabajo de Mia Wasikowska.
Las observaciones personales escasean en esta reflexión autobiográfica torpe sobre una infancia controvertida, con una Isabelle Huppert cuyo histrionismo amanerado amplifica la artificialidad.
El tercer largometraje de Durkin está ejecutado de forma más que competente, con un sólido reparto y una vívida sensación de lugar y tiempo. Sin embargo, su impacto emocional parece extrañamente amortiguado.