Las observaciones personales escasean en esta reflexión autobiográfica torpe sobre una infancia controvertida, con una Isabelle Huppert cuyo histrionismo amanerado amplifica la artificialidad.
El tercer largometraje de Durkin está ejecutado de forma más que competente, con un sólido reparto y una vívida sensación de lugar y tiempo. Sin embargo, su impacto emocional parece extrañamente amortiguado.
Un estudio de personajes discreto y adorable. El efecto general y el gran afecto que demuestra el director por sus personajes hacen que el drama sea satisfactorio.
Un retorcido thriller de espionaje que no tiene suficiente profundidad en sus personajes o coherencia narrativa. Esto socava su efectividad como entretenimiento de acción.
A diferencia de la mayoría de los biopics musicales que suelen apresurarse a presentar fragmentos de los éxitos, dejando al espectador con la sensación de querer más, esta película ofrece interludios generosos.
Adam Driver y Noah Baumbach realizan una audaz propuesta, aunque la novela de Don DeLillo continúa siendo inalcanzable. A pesar de las incoherencias presentadas en la película, logra dejarte con un sabor agradable al final.
La singular directora británica da su mejor versión en esta obra semiautobiográfica. Se podría decir que es más original e intensamente personal que la primera parte.
Eric Steel entreteje múltiples hilos con admirable equilibrio y habilidad, presentando un drama modesto que se observa desde una perspectiva lúcida y, al mismo tiempo, compasiva.
Gadot mantiene su carisma, pero lamento la ausencia de los intensos combates cuerpo a cuerpo que caracterizaban a las escenas de lucha de la primera película.
Joaquin Phoenix pinta con su propia sangre la famosa sonrisa del maníaco, lo que hace que esta cruda entrega del canon DC merezca la pena. Es el dolor que imprime a un personaje patéticamente desfavorecido.
Penetrante, personal y muy distintiva. Es un (auto)retrato revelador de una joven artista, así como una crónica cautivadora de una relación agotadora y destructiva.
Una huelga desgraciadamente separatista en la Gran Bretaña de Margaret Thatcher, promueve la improbable unión solidaria entre mineros asediados y activistas gays en esta conmovedora historia real.
Este tema potencialmente pesimista es tratado con vigor y con un toque firme, y recibe una gran ayuda de Matthew McConaughey, que realiza una interpretación de un enorme gusto.
Daldry acierta en su notable debut, logrando un delicado equilibrio entre la comedia y la emotividad. El tramo final presenta un tono optimista que resulta conmovedor.
Una conmovedora ópera prima. Un retrato tierno, aunque a menudo doloroso, del frágil vínculo entre una madre y su hijo, ambos expulsados del sistema de acogida.
El trabajo fino y detallado de Stewart con el acento y los modismos es impecable. La cámara la adora, cuenta una historia triste que todos conocemos de una manera nueva y genuinamente perturbadora.
Hancock no iguala la eficacia quirúrgica de los mejores guiones noir, pero maneja bien los diálogos y los personajes. Es apasionante por su exploración detallada de los personajes principales.