Brechner trabajó con rigor el punto de vista de los protagonistas para sumergirnos en sus percepciones. El resultado son escenas, en muchos casos, sobrecogedoras y cautivantes.
Wan es un director que cree en el poder de la narración y utiliza su talento en favor de la película, evitando caer en excesos. En 'El conjuro 2', no hay lugar para el capricho ni la arbitrariedad, logrando rescatar el espíritu de clásicos como 'El exorcista' y 'El resplandor'.
Lo mejor del film está relacionado con la subsistencia y la lucha en la intemperie y el desamparo. Sin embargo, la narración pierde fuerza cuando aparecen tanto los represores que los persiguen como los lugareños que los ayudan.
Estrellas jugando al cine de autor europeo con resultados tan fallidos que ni la belleza de las imágenes ni las canciones de Serge Gainsbourg pueden salvar.
Todo aquello que brillaba en 'El conjuro' (los personajes, las actuaciones, los climas, la economía de recursos, la construcción de suspenso, el uso austero de los efectos visuales) se vuelve mediocre, obvio y previsible en 'Annabelle.'
Es un estudio contundente, visceral, íntimo y desgarrador sobre la manipulación ideológica, la violencia, el hambre y, sobre todo, la despersonalización y la deshumanización en medio del fanatismo, la manipulación y la represión.
No es una obra maestra, pero se sostiene con argumentos sólidos y peso propio: una puesta en escena precisa, atmósferas ominosas bien logradas, actuaciones sólidas y un espíritu clásico.
Entre el melodrama lacrimógeno y la comedia de enredos, la película logra sortear la veta más sentimental y new age para convertirse en un producto bastante disfrutable.
El problema radica en que Coixet elige una puesta en escena demasiado académica, cargada de solemnidad, un supuesto lirismo, una tendencia a enfatizar excesivamente y una inclinación por la alegoría, aspectos que crean distancia y una sensación de artificialidad.
Evans mantiene siempre el pulso y demuestra una habilidad excepcional para crear escenas con una potencia y creatividad poco comunes en el cine actual.
El resultado es una pequeña, agridulce y tragicómica fábula sobre un típico perdedor, un cantautor sin suerte (el enorme Oscar Isaac), que acumula desventuras económicas, artísticas y afectivas.
Lo que hace de 'Light & Magic' un documental diferente es la profusión de un notable material de archivo que permite apreciar en toda su dimensión la evolución de las formas de trabajo en las distintas épocas de la compañía.
Belc se mueve dentro de los parámetros del coming-of-age, adoptando un tono austero y ascético característico del cine rumano. De esta forma, se une a la afortunadamente extensa lista de directores rumanos que merecen ser observados con atención.