Una tragicomedia romántica algo desconcertante en sus excesos, artificios y bruscos cambios de tono, pero que se termina imponiendo por la innegable gracia, sensibilidad, melancolía, audacia y ligereza de este mítico referente de la nouvelle vague.
Filmado sin coherencia ni un hilo narrativo claro, la película, más allá de la provocación y la transgresión deliberada, ofrece una interesante reflexión sobre la sociedad estadounidense y la supremacía del white trash.
Todo parece estar permitido, incluyendo los excesos y la falta de organicidad, así como algunas reiteraciones. Sin embargo, el resultado es asombroso: es un verdadero disfrute lleno de libertad y talento creativo.
Si bien a Serra le cuesta sostener ese nivel de fascinación durante los 98 minutos del relato, puede decirse con absoluta convicción que el desafío del segundo film ha sido superado con creces.
Los personajes se mantienen en el tono adecuado, evocando el mundo de Charles Dickens, a la vez que son fieles a la esencia que Roald Dahl creó en su literatura. Se logra así una representación satisfactoria.
Una de las historias más complejas y adultas de la filmografía de Pixar, la maestría visual es apabullante y el viaje que se nos propone es un verdadero placer.
Confusa, caótica y vertiginosa, pero a la vez cautivadora gracias a su banda sonora, esta segunda entrega de la saga de DreamWorks nos invita a bailar y cantar, permitiéndonos desconectar de todo.
El problema principal de esta Mulán modelo 2020 no es tanto su solemnidad sino la falta de gracia, la superficialidad con que está trabajada la psicología de los distintos personajes y la tendencia al subrayado.
'Coco' es una película vibrante, divertida y llena de color. La factoría Pixar demuestra una vez más su excepcional creatividad al reconstruir la iconografía de los pueblos mexicanos y al imaginar el tragicómico y fantasmal universo de aquellos que ya no están, pero que de alguna manera siguen presentes.
Las aventuras no son todo lo sólidas o divertidas que podrían (y deberían) haber sido, pero aun así este reciclaje y modernización del cuento tradicional funciona.
El director de origen portorriqueño Miguel Arteta narra con buen pulso (y con el "manual Disney" en la mano), pero al mismo tiempo sin ningún destello autoral.
Correcta y profesional, efímera y bastante anodina, esta nueva incursión en el universo de la fábula de Blancanieves extraña un poco de audacia y desenfado.
Estamos ante una película que regala una nueva idea cada 30 segundos, algunas son buenas y otras geniales. Es un derroche de ingenio y presenta una capacidad de sorpresa que Hollywood no ofrecía desde hace tiempo.
Demasiado poco para una producción de aspiraciones masivas que tiene la siempre difícil misión de entretener a los distintos integrantes de un grupo familiar.
Bello y doloroso primer largometraje. Mathias es una cineasta con un estilo propio, capaz de construir un universo autosuficiente, con reglas que operan en función de la narrativa del film. Un verdadero descubrimiento.