Prodigioso en lo técnico y visual, pero decepcionante en sus alegorías evidentes y su espiritualismo superficial. La corrección política y la perspectiva ingenua restan valor. Cuando Cameron se atreve a experimentar, resurge ese gran narrador que se añora.
Algunos personajes y situaciones inspiradas y un puñado de eficaces gags alcanzan para que los chicos pasen un buen rato y los adultos recuperen con cierta nostalgia unos cuantos buenos recuerdos de su infancia.
No hay aquí golpes de efecto ni una vertiginosa acumulación de estímulos, como suele ocurrir en el cine de animación contemporáneo, que a menudo carece de ideas.
No hay aquí golpes de efecto ni una vertiginosa acumulación de estímulos como acostumbra el cine de animación contemporáneo muchas veces carente de ideas.
Nos pasea por distintos géneros con una asombrosa ductilidad, audacia y creatividad, manteniendo una excelencia tanto narrativa como visual. Provoca la sensación de estar ante una obra genuinamente artesanal, impregnada del espíritu lúdico de ese niño-genio que es Burton, quien jamás ha perdido su esencia.
Propone algo muy novedoso, provocador e inquietante. 'I May Destroy You' sintoniza como pocas con estos tiempos tan confusos, contradictorios y cambiantes, lo que la convierte en una experiencia apasionante.
Resulta un testimonio de una potencia, una minuciosidad y una verosimilitud incontrastables. Y, lo que eleva al film por sobre la media del género, es el análisis del contexto.
Una acumulación de penurias y violencia que ofrecen una mirada impiadosa y desencantada del estado de la sociedad. Mientras uno admira la composición de cada excelso plano, se nos somete a un crescendo de bajezas y miserias humanas.
Las mujeres solían guardar silencio tras una violación. Moscoso desafía ese estigma de manera original, sin recurrir a lugares comunes ni excesos, y lo hace con sensibilidad y valentía, utilizando los recursos artísticos a su disposición.
Una historia que -más allá de algunas indecisiones narrativas y de ciertos subrayados- resulta tan fascinante como perturbadora y, vista desde la Argentina de hoy, alcanza una actualidad y una dimensión hasta hace poco insospechadas.
Este thriller psicológico apuesta por un tono cada vez más pesadillesco y ominoso, en un auténtico descenso a los infiernos personales. Una película seca, potente y angustiante.
Aunque la película es muy gráfica en la representación del caso en cuestión, evita criticar abiertamente a la Iglesia. Sin embargo, al final, se percibe más como una denuncia de un caso aislado de perversión en lugar de una representación de un comportamiento que fue bastante extendido.
Es una película audaz e inteligente, que gestiona muy bien las distintas lógicas de cada personaje. Estas características suelen ser escasas en el cine industrial.
Más allá de la noble y esforzada interpretación de Rachel Weisz, esta película no excede el marco de la denuncia obvia, explícita, bienintencionada y políticamente correcta.