Hay unos cuantos planos y un puñado de escenas donde se manifiestan el talento y la creatividad de Strickland. Sin embargo, en gran parte de las casi dos horas de 'Flux Gourmet', lo que predomina es una sensación de decepción, frustración e irritación.
Aunque es una película menor y menos precisa en la trayectoria de Kore-eda Hirokazu, conserva su distintiva impronta, su relevancia social y un humanismo que resiste al cinismo, características que definen a este director ineludible.
Con un guión excesivamente calculado y forzado, la película minimiza los logros visuales y la habitual calidad de los actores. Aunque no es mala, tiene el potencial de ser mucho mejor.
Casi nunca logra la fluidez, la credibilidad y los climas necesarios para ser una buena película de aventuras para preadolescentes, lo que impide que se convierta en un entretenimiento verdaderamente estimulante.
Se permite todo tipo de guiños cómplices, referencias, homenajes satíricos y juegos narrativos con muchos más logros que carencias. El resultado es un film tan lúdico como llevadero.
Resulta bastante divertida y llevadera. Y, si las risas escasean para el espectador, siempre estará la sonrisa de Rachel McAdams a modo de compensación.
Rodada en fílmico con paciencia, rigor y sensibilidad, es una valiosa continuación del trabajo de esta pareja de artistas tan consecuentes como personales.
Este director turco regresó con una película de más de tres horas de duración que reafirma su habilidad para filmar conversaciones profundas, en las que revela su visión desencantada y misantrópica de la existencia humana.
Por evitar maniqueísmos, paternalismos y excesos culpógenos, Lerman parece pisar sobre terreno demasiado seguro, cuidando cada paso que da, y eso conspira por momentos con la posibilidad de una mayor empatía e identificación.
Una dispar pareja que logra una comedia negra bastante efectiva. Esto es un gran logro en una época dominada por fórmulas predecibles, sagas y productos estandarizados.
77 minutos que se disfrutan en su desparpajo, su ridiculez e incluso sus múltiples caprichos. Es lo que los fans de Dupieux esperan y agradecen. También es para destacar el hecho de que Dujardin se adapte aquí a la esencia y las exigencias de un director tan particular.
Personajes que están siempre en los bordes, imponentes lobos y situaciones extremas tratadas con absoluta libertad y sin solemnidades conforman el universo único de uno de los directores más personales del cine francés.