Aunque se repite un poco, busca compulsivamente la trascendencia y tiene una dinámica casi teatral, este nuevo trabajo del director de 'Secretos y mentiras' regala la habitual mirada sensible, humanista y querible de su filmografía.
La película transita entre momentos de humor, toques de irreverencia y escenas sangrientas, pero no se puede negar que da la impresión de seguir una fórmula predecible. Es un filme que resulta fácil de ver, pero también se desvanece rápidamente de la memoria.
Apuesta en varios pasajes por la deriva, un camino zigzagueante que puede desconcertar e incomodar. Todo tan deforme, imprevisible y en varios momentos fascinante como podía esperarse de un nuevo proyecto de Donald Glover.
La apropiación indebida de la intimidad para luego hacerla pública es uno de los temas del momento y Brooker apela a una respuesta a-lo-Ludditas contra esos abusos de la tecnología. Una inquietante tragicomedia.
Una serie que intenta hacer una declaración sobre el empoderamiento femenino en estos tiempos cambiantes, pero lo hace con más torpeza que inteligencia en varias ocasiones.
Ingenioso y descarnado, intelectual e íntimo, irónico y noble, Burnham hace gala de una variedad de recursos expresivos que convierten a Inside en algo inteligente y entretenido hasta lo adictivo.
Una apuesta bastante teatral que requiere mucho más del despliegue de los intérpretes que de la puesta en escena. Una elección lógica para este debut de Brühl detrás de cámara.
Es una exaltación de las aventuras infantiles y adolescentes y -sobre todo- una sensible y por momentos divertida reivindicación de aquellos que -no encontrando el afecto y la contención en la familia de sangre- lo hallan en una sustituta.
Heredero del cine mudo y hermano artístico de otro satirista como el sueco Roy Andersson, Suleiman transmite mucho con poco. Convierte la austeridad en un culto y emplea la inteligencia como una poderosa herramienta.
Es una película que se deja ver con cierto agrado, pero que pierde su espíritu satírico inicial y termina demasiado atado a una corrección política que seguramente celebrará su mensaje.
Haghighi construye un thriller psicológico absolutamente delirante y descontrolado con el furor de las redes sociales en primer plano, que tiene muchos más hallazgos que carencias.
Bien narrada y con algunas observaciones simpáticas y punzantes, se queda sin embargo a mitad de camino entre la sátira y la denuncia más seria apelando por momentos incluso al trazo grueso.
Lo que en principio podría parecer un ejercicio de patetismo y sadismo se transforma en una mirada tan delirante como amarga, que encuentra insólitos pasajes de humor y sensibilidad donde parece no haber resquicio para ello.
Propone una mirada impiadosa de una sociedad argentina caracterizada por su constante tensión. En el ámbito artístico, el resultado es abrumador, cautivador y devastador.
McDonagh trabaja sobre estructuras virtuosas, diálogos afilados y una dirección que presenta una violencia estilizada, además de varios guiños al cine de género. Su objetivo es unirse al universo autoral de Tarantino y los Coen, logrando resultados bastante destacados.