Resulta una película valiosa e inquietante, de esas que inevitablemente detonan el debate cinéfilo (y sociopolítico). Una de las novedades más provocadoras del catálogo de Netflix.
Un documental sobre Cuba despierta curiosidad respecto a su postura. Lo sobresaliente de esta obra de Jon Alpert es que no ofrece una respuesta clara, logrando, sin embargo, tocar las fibras tanto de quienes apoyan como de quienes critican la situación en la isla.
El director, quien también cumple el papel de narrador, elude la crítica directa que muchos de sus colegas emplean. Las imágenes de archivo y los testimonios que presenta son tan poderosos que transmiten el mensaje de manera clara y efectiva.
No es un informe de noticias que presente equitativamente dos perspectivas opuestas; es una película con un enfoque claro y utiliza herramientas del documental político.
Para quienes valoramos su sutil y elegante creatividad, su habilidad para combinar lo elaborado y lo preciso sin perder la carga emocional es admirable. La película resulta ser un deleite desde su inicio hasta su conclusión.
El film, narrado con gran destreza, resulta ser más serio y político de lo que al principio se percibe, tocando temas contemporáneos como las relaciones y los derechos de los animales.
Una película que gira en torno a apuestas, fraudes y maniobras, la cual prometía ser cautivadora y divertida, pero lamentablemente, no cumplió con esas expectativas.
Si todo suena ridículo es porque lo es, y de manera artera y premeditada. El verosímil quedará para otra ocasión en una trama que, por otra parte, está plagada de engaños, trampas, traiciones cruzadas, giros y sorpresas no demasiado sorprendentes.
Luce impecable en sus diferentes rubros, pero en su perfección y excesiva atención al detalle, le falta un poco de fluidez, audacia y desenfado. Es un producto profesional y muy bien elaborado, diseñado para un público global.
Cumple parcialmente con sus objetivos. La mezcla constante de géneros y la exploración psicológica del protagonista atormentado no siempre logran captar el interés ni generar la tensión esperada, pero sigue siendo una película digna de atención.
Es una comedia entretenida sobre la política. Sin embargo, aunque tiene momentos divertidos, no logra alcanzar las expectativas que suelen generar las películas con Will Ferrell bajo la producción de Adam MacKay.
El filme presenta impresionantes escenas y momentos que brillan tanto visual como intelectualmente. Sin embargo, esa chispa se pierde rápidamente en otras partes que se sienten insignificantes y mal ejecutadas.
El documental impresiona por la fuerza y la inmediatez de sus imágenes, las cuales ofrecen una clara visión sobre la magnitud y la influencia del movimiento de protesta, así como la represión ejercida por el estado.