El balance final resulta ser tan valioso como inquietante. Aunque en principio poco tiene que ver con el tono más lúdico y desprejuiciado de 'Joven y alocada'.
Este thriller psicológico apuesta por un tono cada vez más pesadillesco y ominoso, en un auténtico descenso a los infiernos personales. Una película seca, potente y angustiante.
Aunque la película es muy gráfica en la representación del caso en cuestión, evita criticar abiertamente a la Iglesia. Sin embargo, al final, se percibe más como una denuncia de un caso aislado de perversión en lugar de una representación de un comportamiento que fue bastante extendido.
Es una película audaz e inteligente, que gestiona muy bien las distintas lógicas de cada personaje. Estas características suelen ser escasas en el cine industrial.
Un ambicioso, fascinante e intrincado largometraje de más de dos horas y media de duración que logra sostenerse desde lo narrativo, lo visual y lo actoral con méritos propios.
Más allá de la noble y esforzada interpretación de Rachel Weisz, esta película no excede el marco de la denuncia obvia, explícita, bienintencionada y políticamente correcta.
Lo más interesante de los hermanos Ross es la capacidad de generar una gran empatía hacia los personajes. Logran retratar una marginalidad auténtica sin recurrir a excesos sórdidos ni a estereotipos preconcebidos.
Una película que no logra ser completamente convincente, con momentos que caen en la ingenuidad, pero que está salpicada de bienvenidas dosis de creatividad y desparpajo, además de mostrar sensibilidad y ofrecer varias ideas interesantes tanto en la narrativa como en el desarrollo dramático.
Expone con franqueza y visceralidad toda la fragilidad de una joven sometida a un contexto claramente tóxico. Un ingreso a la adultez no exento de golpes, tropiezos y sinsabores.