Más allá de algunos desvíos innecesarios del guión, la presencia de un reparto de experimentadas figuras logra que un producto crasamente industrial y cinematográficamente populista levante la cabeza por encima del agua y no se ahogue, aunque por poco.
Al mismo tiempo que la trama se espesa, el tema pierde un poco de fuerza y cualquier disquisición sobre la lucha feminista se ve superada en interés por los resortes del suspenso, una partida de ajedrez con movimientos de piezas algo previsibles.
Lo previsible en 'Mario on tour' no resta a su sensibilidad y buen ritmo. Este equilibrio es su principal logro, ya que el cine nacional que busca alcanzar un público amplio no siempre logra evitar la trampa de la ñoñez y la superficialidad.
La conocida soltura de Oscar Martínez otorga un peso significativo a un personaje con el que resulta difícil empatizar. La película muestra su mejor desempeño en la primera mitad, antes de que el humor se diluya y la historia caiga en la misantropía.
Entre la sátira y el grotesco, entre la burla y el escarnio, y con tantos blancos a la vista, la película termina apuntándoles a todos y a nadie al mismo tiempo.
Autoconsciente y en ocasiones decididamente inclinada hacia el absurdo paródico, la película protagonizada por Ryan Reynolds y Hugh Jackman se queda sin sus mejores gags demasiado pronto.
El realizador rumano demuestra una vez más su brutal honestidad y humor cáustico en esta película de múltiples matices, que refleja los efectos de las nuevas formas del capitalismo.
Sufre de un efecto collage que va acentuándose con el correr de los minutos y las escenas, que comienzan a apilarse sin demasiado cuidado por la continuidad ni la lógica dramática.
Se nota que Jordan Peele busca subvertir los códigos del cine de terror, siguiendo la línea de John Carpenter o George Romero, como una forma de realizar sátira social.
Con un tono de humor absurdo y oscuro y un blanco y negro que, por momentos, recuerda a algunas películas de Aki Kaurismaki, el primer largometraje de Xavier Seron logra ser extremadamente humano a pesar del grotesco que exuda cada uno de sus poros.
Sin abandonar un tono ligero, que puede ser percibido como una limitación narrativa o como la mayor virtud de un film, no logra sorprender del todo, aunque evita caer en los lugares comunes.
En varios momentos 'Doble discurso' revela que su verdadera lucha es por adquirir un alma cinematográfica genuina, mientras avanza por caminos ya recorridos por otras películas de manera previsible y algo cansina.