Todo en la película es correcto, muy profesional, pero en el camino las posibilidades de sorprender son obturadas por un formato narrativo rígido que va devorando de a poco la frescura.
El éxito de Ninjababy se debe en gran parte a la actuación de Kristine Kujath Thorp, quien logra interpretar un personaje que es tanto irritante como entrañable al mismo tiempo.
A pesar de los excesos caricaturescos que Dumont incorpora de manera deliberada, no siempre de forma adecuada, se puede considerar que su última película ofrece una reflexión sobre la incapacidad del espectáculo noticioso para generar una empatía profunda y genuina.
Esta producción tiene el potencial para convertirse en uno de los grandes éxitos de la temporada 2019. No se trata únicamente de una comedia costumbrista, sino de un drama cómico que se inspira en los elementos típicos de las películas de robos.
Aquí lo que prima, desde el primero hasta el último minuto, es un sentido de la comicidad delicado y absurdo, en una de las películas más disfrutables.
Assayas logró nuevamente transportar al espectador a otro de sus cuentos mentirosamente simples y directos, en un film que se permite coquetear con el absurdo en una escena y desnudar miedos y fragilidades humanas en el siguiente.
Más allá de algunos desvíos innecesarios del guión, la presencia de un reparto de experimentadas figuras logra que un producto crasamente industrial y cinematográficamente populista levante la cabeza por encima del agua y no se ahogue, aunque por poco.
Al mismo tiempo que la trama se espesa, el tema pierde un poco de fuerza y cualquier disquisición sobre la lucha feminista se ve superada en interés por los resortes del suspenso, una partida de ajedrez con movimientos de piezas algo previsibles.
Lo previsible en 'Mario on tour' no resta a su sensibilidad y buen ritmo. Este equilibrio es su principal logro, ya que el cine nacional que busca alcanzar un público amplio no siempre logra evitar la trampa de la ñoñez y la superficialidad.
Lo picaresco nunca logra dar paso a lo que se encuentra por debajo de la superficie, pero la película de Valsecchi tampoco busca ser más que un retrato costumbrista. En este sentido, es algo que se agradece.
La conocida soltura de Oscar Martínez otorga un peso significativo a un personaje con el que resulta difícil empatizar. La película muestra su mejor desempeño en la primera mitad, antes de que el humor se diluya y la historia caiga en la misantropía.
Aun dentro de una estructura algo repetitiva, la película consigue partir de un esquema conocido para desembarcar en un absurdo llevado al paroxismo. Buena parte de su efectividad se apoya en el trabajo de sus protagonistas, François Damiens y Vincent Macaigne.
Con aires de La dolce vita, el largometraje más ambicioso del realizador napolitano es un dilatado fresco que lleva al límite el barroquismo de sus obras anteriores y describe la actual fauna romana con una mezcla de sorna y simpatía.
Entre la sátira y el grotesco, entre la burla y el escarnio, y con tantos blancos a la vista, la película termina apuntándoles a todos y a nadie al mismo tiempo.
Autoconsciente y en ocasiones decididamente inclinada hacia el absurdo paródico, la película protagonizada por Ryan Reynolds y Hugh Jackman se queda sin sus mejores gags demasiado pronto.
El realizador rumano demuestra una vez más su brutal honestidad y humor cáustico en esta película de múltiples matices, que refleja los efectos de las nuevas formas del capitalismo.