Si bien 140 minutos pueden parecer excesivos, la película se mantiene interesante y nunca resulta aburrida. Sin embargo, hay que admitir que tampoco ofrece sorpresas.
Prueba ser un inteligente, audaz, bastante arriesgado e intenso relato policial que combina los intereses personales del realizador con un género que conoce de pies a cabeza.
Los últimos episodios son tan impactantes y poderosos que se logra olvidar, o pasar por alto, los errores y decisiones inusuales de capítulos anteriores. Es un ejercicio brutal que, en ocasiones, resulta ser bastante inteligente.
Es una propuesta bastante convencional. Los diálogos son repetidos, las situaciones son predecibles y el romance, aunque funcional, nunca resulta del todo creíble. Carece de misterio, y hay muy poco suspenso y tensión hacia el final. 'Yo soy todas las niñas' se siente como una copia de una copia.
Más allá de los vaivenes en la estructura del relato, mi principal inconveniente con 'I’ll Be Gone in the Dark' radica en los temas que mencioné al inicio: la impresión de que la serie no hace más que alimentar y casi celebrar esta cultura del morbo.
La trama es lo suficientemente compleja como para generar intriga, pero no se vuelve demasiado retorcida ni impenetrable, como ocurre en algunos thrillers de ese país.
Lo que Rockwell logra, además de evitar la mayoría de los lugares comunes de este tipo de historias, es transmitir una gran sensación de verdad y realidad a su película.
Wood tiene una mano segura para narrar historias humanas conectadas a momentos políticos fuertes del pasado reciente. Quizás su cine no se caracterice por la originalidad o el riesgo, pero es un realizador de pulso firme y seguro.
Es un drama intenso pero a la vez un tanto agobiante que lamentablemente termina generando en el espectador el mismo agotamiento que puede generar una fiesta pasada de rosca.
Se trata de una película cálida y modesta, que encuentra su tono recién promediando el relato. El encanto terminará pasando por ahí, por ser una película mucho más tierna y nostálgica de lo que parece en un principio.
Con una actuación excepcional de Nahuel Pérez Biscayart, este notable filme documenta de manera urgente y a la vez sensible los primeros años de la militancia contra la indiferencia del gobierno francés y las farmaceúticas para visibilizar y tratar el tema del sida.
Ngo prueba ser una directora de acción altamente efectiva, presentando una narrativa bastante convencional, pero enriquecida con una variedad de recursos visuales ingeniosos.
Un extraño producto, el filme posee el acabado técnico de una superproducción, pero en el fondo no es más que una versión aumentada de las películas de artes marciales de los '70, y carece de la simpatía que caracterizaba a esos filmes de evidente clase B.
Lo que es innegable es que 'Matrix' se abre a un compendio casi infinito de lecturas e interpretaciones y que quizás esas conexiones sean lo más rico que la película hoy tiene para mostrar.
De una torpeza sorprendente. Todas las sutilezas de 'Border' desaparecieron acá. De hecho, a veces ni siquiera parece ser una película del mismo director.
La película se desarrolla dentro de una lógica y plausibilidad que muchos otros films del subgénero no poseen ni buscan. Es el tipo de film maduro que el universo DC siempre mereció.