La trama es lo suficientemente compleja como para generar intriga, pero no se vuelve demasiado retorcida ni impenetrable, como ocurre en algunos thrillers de ese país.
Por momentos, la serie intenta presentarse como un drama realista sobre un caso policial en Irlanda del Norte, pero en otros instantes se transforma en un thriller superficial y exagerado, como si hubiera sido sacado de las páginas de un mediocre best-seller.
Poco hay reprochable, en sí, en la película: bien actuada, ingeniosa, elegantemente gótica, visualmente refinada. Todos valores, si se quiere, algo secundarios cuando la narración no cobra del todo vuelo propio.
Los entusiastas del género, los fanáticos de Wes Craven y los seguidores de la saga disfrutarán del filme que no quita ni agrega nada a la trilogía previa.
Wakamatsu presenta la historia de manera directa y, en algunos momentos, casi teatral, permitiendo que el espectador descubra y reconozca el grado de absurdo que alcanza la situación.
Puede tener algunas inconsistencias o reiteraciones, es cierto, pero es un cine abierto, generoso, que respira, transmite vitalidad, amor por el mundo y por la gente que lo habita.
'Amor y muerte' funciona más que nada por los caminos curiosos en los que el caso se va metiendo y por las actuaciones de una dupla fantástica como son Olsen y Plemons.
Un estilo de animación simple pero muy efectivo que se torna un tanto abstracto en las escenas más intensas y complicadas de escapes y fugas, y una narración muy eficaz y directa que la convierte por momentos en un relato de suspenso y aventuras.
Tiene el valor de ser una historia que saca a la luz, de un modo comercialmente accesible y romántico, un complicado pasado con el que ese país recién ahora está empezando a lidiar.
Hay dos o tres películas en conflicto en ‘Wonder Woman 1984’. Es posible que no compitan realmente, ya que, teniendo en cuenta su duración de más de 155 minutos, parece que coexisten, se suceden y se pasan la posta entre sí.
En la historia seleccionada y en la forma en que fue filmada, se evidencia que Hogg ha aprendido de sus vivencias y ha llegado a la conclusión de que el drama se siente más auténtico y real cuando se conecta estrechamente con nuestras propias experiencias.