Es un tipo de film amable, menor, que no molesta ni resulta imposible de mirar pero al que le falta gracia, fuerza y hasta potencia en los momentos supuestamente más dramáticos.
La película no intenta revolucionar el mercado del cuento infantil sino devolverle un poco de su grandeza clásica. Y, en ese sentido, el tradicionalista Branagh lo logra.
Tiene mucho de inquietante y muy poco de convencional. Ari Aster no parece tener apuro ni apuesta por una estética clipera ni efectista a la hora de incentivar el terror.
El filme ofrece un retrato crítico y bien logrado de las dificultades que enfrenta un hombre para adaptarse a las estrictas y algo incomprensibles normas de la ortodoxia religiosa.
Un filme que, de manera calma y cálida, sin grandes sobresaltos dramáticos, consigue lo que se propone: contar la historia de tres mujeres en apariencia muy distintas que terminan ayudándose entre sí casi sin proponérselo.