Sin ser una gran película, se trata de una apuesta hacía un tipo de cine francés que no se ve demasiado últimamente en Cannes y que son parte de la educación sentimental y cinematográfica que siempre supo darnos este país.
Estamos ante una película curiosa. Una opera prima extraña y sugerente en la que se combinan muy buenas ideas narrativas con una puesta en escena original. Pero, por otro, esos elementos no parecen nunca amalgamarse del todo bien entre sí.
Visualmente original, muy creativa en sus diálogos y con un humor que la recorre de principio a fin. Es la mejor película de este agotador género y tiene potencial para ofrecer varias experiencias más.
Zagar emplea un lirismo visual y una voz en off reminiscentes del cine de Malick para narrar una historia que presenta numerosos paralelismos con la de Jenkins.
Más allá de algunas metáforas algo evidentes, Omerzu se enfoca principalmente en construir un relato sólido sobre el crecimiento personal utilizando sus recursos más efectivos.
Lo peor y lo mejor de la película corren por caminos parecidos: todo gira demasiado sobre sí mismo, y su falta de evolución narrativa y de cambios, pueden volverla muy realista pero también la hacen tediosa y hasta irritante.
Otro género que parece poder reproducirse sin repetirse del todo es el coming of age. Y el debut en la dirección del popular comediante [Burnham] es uno de los mejores ejemplos de ese género de los últimos tiempos.
Esa aparente contradicción entre documental y ficción le aporta una particularidad encantadora a esta vibrante película. Sin embargo, sufre de una duración excesiva que la lastra un poco.
Mandler maneja las tensiones en la corte de una forma más efectiva que en otros momentos de la película. La narración se mantiene dentro de un concepto claro y eficiente, aunque en ocasiones resulta un tanto simplista y didáctico.
Se trata de una película simpática, amable, ingeniosa y un ejercicio formal que, una vez que el espectador se adapta, se disfruta como un elemento más y muy efectivo de la propuesta.
Pese a utilizar recursos estilísticos y narrativos usados hasta el hartazgo en el cine de los ’90, la serie consigue tornarse apasionante gracias a sus dos notables personajes principales y los actores que los interpretan.
La película de Carpignano, a pesar de la oscuridad de su entorno y temática, presenta una frescura y naturalidad que son esenciales en el cine italiano, cualidades que los jóvenes cineastas que están surgiendo en estos años están aportando.
Carney crea un afectuoso homenaje a ser adolescente en los ’80, aunque al principio utiliza un realismo irlandés que hemos visto en muchas películas, rápidamente se transforma en una fantasía pura, lo que hace que la experiencia sea aún más disfrutable.