La artesanía de Spielberg se encarga de hacer girar la acción hacia una bendita y orgánica naturalidad. Claro, todo lo natural que puede ser enfrentar el poder. Pura artesanía de un gran artista del montaje como Spielberg.
Esta es una película sobre perder el control y analizar la vida (deportiva) desde las reglas del ataque y la defensa. Su director, el debutante sueco Janus Metz Pedersen, se anota desde ya en el circuito de los realizadores con algo que decir.
Intrigante y didáctica, la película explica bien la historia reciente de EE.UU., pero carece del nervio y la vena de su contraparte, esa maravilla que resulta 'Todos los hombres del Presidente'. Aún así, en su propia liga, es un aporte, y Liam Neeson no decepciona.
Resiste la maldición de las segundas partes y se sostiene, y bien, en un campo tan complicado como el terror. ¿Saltará de su asiento? Sin duda, pero comparará a cada instante con la original.
Esta incomprendida maravilla de Ang Lee de 2003 es genial. Casi surreal, experimental. Tres escenas notables: la pelea con los perros gigantes, el escape de las instalaciones y los saltos-vuelos por el desierto.
'El cordero' avanza por su carril de cine arte, con los códigos y usos de un tipo de cine-ensayo de "fórmula" que puede encasillar historias y personajes en ideas que suenan bien desde afuera.
Reivindicación de la cultura nerd a nivel de masas, el estreno de este título es un síntoma y apertura de contenidos injustamente subvalorados por el mainstream: un tipo de oferta que de seguro será una grata sorpresa en la taquilla y que debiera atraer a audiencias eternamente ignoradas.
El lenguaje de 'Aquaman', flirteando con el kitsch, se presenta como una opereta de alto presupuesto que provoca risas, entretiene y regresa a las raíces de las matinés de este tipo de producciones. Carece de segundas lecturas y de profundas reflexiones. Es simplemente una experiencia visual bien lograda.
Se trata de una óptima continuación que aplica un humor y sensibilidad masiva, sí, pero con anotaciones y detalles que hablan de la buena mano de Elizabeth Banks para hacer comedia.
Es muy rápida y verborreica, con una brillante estructura, como siempre pasa con los guiones de Sorkin. Y para ser su debut en la dirección, es un primer paso notable, porque se trata de una película de una fuerza genuina.
Sin demasiadas sutilezas, este filme se asemeja a cruzar un campo de cebollas; independientemente de si se coincide o no con lo que se presenta, las lágrimas están aseguradas.
A pesar de las vallas y contratiempos, la cineasta saca adelante una película que es más que feminista: se trata de una entrañable y pequeña pieza, perfecta y simple, que merece toda la atención.
Cuidadosa y hasta elegante pese a su controversial material, esta historia basada en hechos reales utiliza el humor y sus rincones más inteligentes para sacudirse de encima la predecible etiqueta de tragedia y oscuridad.