Un thriller al estilo de Jonathan Nolan que cuenta con un elenco impresionante y presenta algunos momentos interesantes, aunque al final resulta ser bastante predecible y se contradice en ciertas partes.
A lo largo de la película, el guion comienza a complicarse con explicaciones que disipan gran parte del misterio previamente instaurado, transformándose en un ejercicio género más correcto que sobresaliente.
No aporta nada innovador, ni parece tener la intención de hacerlo. Su enfoque radica en acumular clichés sin intentar una reinterpretación o una perspectiva que sea medianamente original.
No es el desastre que muchos críticos estadounidenses anticiparon. En realidad, se trata de un relato inicial que deja abiertas numerosas tramas posibles para futuras entregas.
Apuesta por un humor que transita entre lo absurdo y lo ligeramente sarcástico, con toques de emotividad, gracias a un elenco de criaturas que encarnan lo imperfecto.
Aquí Aja demuestra su destreza al conservar el ritmo y gestionar las sorpresas a lo largo de cien minutos. Aunque no es una duración extensa, es lo que se ofrece.
Está menos preocupado por la suerte de sus personajes que por retorcer y exprimir al máximo un universo visual con reglas tan propias como arbitrarias.
El largometraje de Brent Hodge se apoya en una estructura formal y narrativa típica de los documentales expositivos. Incorpora, por un lado, entrevistas clásicas y, por otro, utiliza imágenes de archivo que nunca se habían visto antes.
El resultado es un film que, a través del fútbol, pinta un fresco político y social de una época. El fútbol, queda claro, es mucho más que 22 millonarios corriendo detrás de una pelota.
El problema principal es que, tras desatarse la obsesión, la película pierde dirección y lo que antes era una rápida narración se convierte en una colección de eventos sin sentido.
El director de 'Thunder Road' presenta una comedia oscura con elementos de thriller tecnológicamente influenciado. La historia arranca con un estilo reminiscentemente de Brian de Palma, pasa por toques de Stanley Kubrick y se sumerge en la psique de un psicópata estadounidense.
El realizador argentino logra un equilibrio entre el thriller psicológico y el terror, presentando a un paciente psiquiátrico en un entorno que se vuelve claustrofóbico, mientras aborda una realidad marcada por la crisis y la marginalidad.