Con secuencias de acción, incluso épicas, filmadas con energía, la película puede presentar debilidades, llegando a rozar lo propagandístico. Sin embargo, se erige como un alegato muy necesario y útil contra la guerra y la violencia del estado.
Nos hallamos ante el responso salvaje de toda esa tradición escrita, dibujada y filmada que nació en los años 60, un minimalismo puro donde la acción, tan efectista como alocada, resulta metarreferencial.
Cierto sopor se adueña de la función, roto gracias al esfuerzo de su cuadro de actores, conscientes de que tal vez ‘Guardián y verdugo’ no sea una buena película pero sí un alegato necesario.
Esta reescritura de la imaginería Terminator acepta con orgullo su estatus de serie B fantástica y se deleita en revivir íconos de la saga, adoptando incluso el estilo de un cómic seriado.
Magnífico Smith. Su interés radica en la esencia melodramática que no duda en arrancarte las lágrimas, con raíces chaplinianas (El chico), en el centro de un filme que aborda el temor al fracaso en la paternidad.
Un cuento de terror engalanado con un interminable desfile de vestidos que se presenta como un perturbador ejercicio de estilo sobre la soledad y la antropofagia social.
De la Iglesia ejecuta, con virtuoso brazo de hierro, un brioso y calculado enigma. Un impresionante plano secuencia plantea el problema clave del filme.
Se deja ver con agrado, no abusa de lo de verse obligado a meter un gag cada tres segundos, se ríe de la inquisitorial corrección política y regala al público no infantil un toque cinéfilo inusitadamente estimulante.
Lo que hay de nuevo en la película es una audaz propuesta: la genialidad de transformar lo que podría haber sido un típico film de la primera época de Jean-Claude Van Damme en 'El Show de Truman' de las artes marciales.
Espléndido hasta en sus defectos. Pocas superproducciones superheroicas son tan ricas en contradicciones y bipolaridad, además de rendir un homenaje a Christopher Nolan como lo hace 'The Batman'.
Tan solo importa dejarse arrastrar camino a un íntimo infierno donde acabamos reconociendo el síndrome de Stendhal que únicamente el género de terror es capaz de provocar.
En esta secuela que busca ser el último viaje hacia el infinito, todos intentan comprender al asesino de máscara marmórea, empleando un ingenioso cambio de perspectiva respecto a la película original.
Fría incluso en sus secuencias de acción, la película reflexiona más sobre la transferencia de miedos y pecados que sobre el desarrollo de un psychothriller convencional.
Este capítulo final es más convincente que la segunda entrega; aquí se resuelven todos los cabos sueltos. A pesar de su estética lujosa, puede considerarse, y disfrutarse, como una interesante y aceptable serie negra.
Esos momentos de extremada maldad (el dedo, el pegamento en la boca, la cara arrancada) expuestos con gran estilo visual hacen de la cinta una más que interesante y agradable experiencia terrorífica.
Moonfall' sorprende agradablemente con su kubrickiano ('2001', claro) descenso al interior de la Luna, una contenida y filmada con austeridad casi soviética aventura filosófica y espiritual.
La película decepciona a los fanáticos de la franquicia que están acostumbrados a una ciencia ficción más convencional. Desde su diseño minimalista, se dirige a aquellos que han disfrutado de las locuras entrañables de la prolífica década de los años 50.
Aquí el clasicismo de Christian Nyby, John Carpenter y Alvin Rakoff se manifiesta con un tono divertido. Un Holandés Errante que combina la poesía del horror con momentos de humor.