Bigelow, en su trabajo más redondo e inspirado en años, va cerrando su visión coral de los acontecimientos hasta llevarnos a la depuración absoluta, al terror claustrofóbico.
Está entre las películas más preciosas y optimistas del actor-director. Estamos ante la obra de un cineasta mayor. No queda más que quitarse, nuevamente, el sombrero ante Clint Eastwood.
Crónica criminal crepuscular tan dura y desencantada como las arrugas del pétreo rostro de Gérard Lanvin. En cada plano reina el furor, la belleza y el arrebato.
Aterrador 'fake footage'. Lo más destacado es cómo el director aprovecha el material fuera de cámara. Sin embargo, la película llega tarde al juego, siendo una más en un mar de films similares.
Banks da un salto mortal tras las cámaras de 'Oso vicioso' para caer de pie y triunfante. Es puro vicio: un cartoon acelerado, un survival con bicho desbocado de asumidas raíces setenteras.
Todo resulta demasiado edulcorado, no es un biopic despreciable. Lo más destacado de este 'Ha nacido una estrella' radica en la conexión entre cada gran tema y el estado vital, anímico y profesional de Houston.
Con secuencias de acción, incluso épicas, filmadas con energía, la película puede presentar debilidades, llegando a rozar lo propagandístico. Sin embargo, se erige como un alegato muy necesario y útil contra la guerra y la violencia del estado.
Nos hallamos ante el responso salvaje de toda esa tradición escrita, dibujada y filmada que nació en los años 60, un minimalismo puro donde la acción, tan efectista como alocada, resulta metarreferencial.
Cierto sopor se adueña de la función, roto gracias al esfuerzo de su cuadro de actores, conscientes de que tal vez ‘Guardián y verdugo’ no sea una buena película pero sí un alegato necesario.
Esta reescritura de la imaginería Terminator acepta con orgullo su estatus de serie B fantástica y se deleita en revivir íconos de la saga, adoptando incluso el estilo de un cómic seriado.
Magnífico Smith. Su interés radica en la esencia melodramática que no duda en arrancarte las lágrimas, con raíces chaplinianas (El chico), en el centro de un filme que aborda el temor al fracaso en la paternidad.
Un cuento de terror engalanado con un interminable desfile de vestidos que se presenta como un perturbador ejercicio de estilo sobre la soledad y la antropofagia social.
De la Iglesia ejecuta, con virtuoso brazo de hierro, un brioso y calculado enigma. Un impresionante plano secuencia plantea el problema clave del filme.
Se deja ver con agrado, no abusa de lo de verse obligado a meter un gag cada tres segundos, se ríe de la inquisitorial corrección política y regala al público no infantil un toque cinéfilo inusitadamente estimulante.
Lo que hay de nuevo en la película es una audaz propuesta: la genialidad de transformar lo que podría haber sido un típico film de la primera época de Jean-Claude Van Damme en 'El Show de Truman' de las artes marciales.