Es una película trepidante, con grandes actores jóvenes, un despliegue técnico a la última y un guion inteligente que cumplirá su cometido: llevar a los cines a un número galáctico de espectadores.
Desluce un poco por la calidad algo inconsistente de las imágenes, algunas de ellas repetitivas, y por su enfoque más televisivo que cinematográfico. Sin embargo, el valor informativo y documental de las imágenes compensa, con creces, el interés que genera la obra.
Su virtud más obvia es la fotografía, de belleza sobrecogedora. Villaronga no ha perdido la capacidad de impresionar nuestras retinas con imágenes imperecederas. Es una obra de arte.
Alonso y sus guionistas presentan una historia ambiciosa, merecedora de ser exhibida en las escuelas. Aunque se requería cierta simplificación en la narrativa, los personajes no se vieron afectados, logrando captar la simpatía del público.
La película cautiva desde el primer momento, gracias a su excepcional banda sonora, y deslumbra con una fotografía maravillosa. Esta obra se siente única, como lo logran solo los grandes cineastas.
Una obra tan alegre e intrascendente como un buen baile. El espectador puede sentarse con una copa al borde de la pista y pensar en lo absurdo que resulta todo o dejarse llevar y sentirse dichoso.
Es entretenida y fluye con ligereza. Se hace corta. Incluso su vertiente deportiva logra cierta emoción y evita caer en la cursilería, sin temor a ser incorrecta cuando es necesario.
Es posible que para el público suizo la cinta gane en interés, pero para los no iniciados la historia no es tan impactante o no se nos muestra así. La narración tampoco es capaz de transportar al espectador.
La cámara se aproxima a Colvin con pasión y conocimiento, y con una interpretación fantástica de Rosamund Pike, pero una estructura incompleta impide que el espectador salga saciado del todo.
La intriga, que tiene su importancia, no habría logrado sostenerse sin una base de verosimilitud. Es un excelente ejemplo de cine de evasión y representa una victoria del versátil cine alemán.
Debido a su modestia, a la película le cuesta desprenderse de cierto aire de telefilme, y tampoco llega a existir verdadera intriga. Sin embargo, como drama de conversión, resulta eficaz en su clasicismo narrativo.
Moreno profundiza en su serie de películas religiosas, realizadas con un notable buen gusto. Sin embargo, los diálogos tienden a ser demasiado explicativos y el mensaje se presenta de manera bastante obvia, lo que se convierte en una de las principales críticas a una narración que se siente pedagógica.
La otra misión de Roland Joffé deja la impresión de que su autor avanza con cautela, sopesando lo que desea transmitir con tanto cuidado que la técnica termina por eclipsar el sentimiento.
No es fácil resumir una vida en una película. Esta es larga, pero no logra abarcar todo lo necesario, especialmente porque Olivier Dahan, en su ambición, se enfoca en sus años de infancia, que son los únicos de paz y felicidad.