Retrato mustio. La esforzada fotografía no suple las debilidades de la estructura del guion. Teatral y trascendente, la puesta en escena tampoco ayuda a insuflar vida en un relato deslavazado.
Pasen y vean, disfruten en familia, porque esto también es cine, quizá el más puro y primitivo, el que costaba un níquel y no se daba ínfulas artísticas.
El maestro Wajda no duda en mostrar el perfil menos fotogénico del fundador de Solidaridad, pero también el pícaro y el noble y, sobre todo, el humano.
El espectador se sumerge en aquella época y, por lo general, se la cree. El mayor y casi único peligro acecha desde el tono de la cinta, entre surrealista y fantástico.
Gala Évora es una obra faraónica. Se trata de una película inteligente y equilibrada, cuyas virtudes resplandecen aún más gracias a la brillantez que emana Gala Évora.
Interpretación sublime. Sin parecerse demasiado al ex presidente, Michel Bouquet asimila de forma colosal su papel, hasta el punto de que el espectador recordará ya para siempre a Mitterrand bajo los rasgos hastiados del actor.
Aplica las viejas recetas ya contrastadas y se limita a aprovechar el encanto de sus intérpretes. Una oportunidad para reencontrarse con dos grandes actores embarcados en un mensaje obvio pero saludable.
Ofrece destellos de talento, reforzado por tres intérpretes de primer nivel. (...) Muchos directores sacrificarían un ojo por reunir en su filmografía tres o cuatro escenas capaces de compararse con algunas de las que se ven en esta película.
Buen cine hecho con prisas. M. Night Shyamalan reflexiona sobre la fugacidad de la vida con una nueva muestra de terror suave. Lo hace a su modo y presenta momentos que rozan el ridículo.
Una película casi imposible de recomendar, menos aún a una madre o a una novia joven. Sus innegables virtudes quedan ¿empañadas, subrayadas? por una caligrafía torva y estilosa a la vez.
Fuqua recurre a los recursos más habituales del género y elabora una narrativa que ofrece una perspectiva diferente en el contenido, aunque no así en la presentación.
El espectador puede jugar a tratar de adivinar de qué película está copiada cada escena. Es una sucesión de parodias, en teoría involuntarias, ejecutadas por actores de primera fila.
Díaz Yanes separa la yerma de la letra y derrama toda la sangre necesaria, abordando la historia sin artificios. Sin embargo, sorprendentemente, la película carece de minutos y de recursos para el capitán de nuestro cine.
A la fuerza hay que ver esta película de aventuras con indulgencia porque un análisis mínimamente riguroso de su argumento nos llevaría a una desagradable sucesión de denuncias: que si el guión es ridículo.
Una historia que rebosa magia. Se podría pensar que tiene pocos defectos. Cuatro directores brindan diversidad y cuidan cada detalle, logrando un producto casi perfecto.
Es parte de la evolución de un sello único, un milagro del que, si uno se deja llevar, saldrá casi levitando. Hay belleza, originalidad y elegancia para conectar emociones, deseos y sueños.