La película dirigida por Roberto Sneider satisface y supera las expectativas del melodrama de época. Logra dar vida a tiempos y espacios perdidos, sin olvidar que el eje central de este género es la lucha emocional de los personajes.
Las buenas sátiras requieren un trazo fino, el cual está ausente de la cinta de Taika Waititi: su representación de Hitler resulta tan ñoña y bufonesca que se siente como una falsa provocación.
Esta versión es valiosa por su representación de la vulnerabilidad del primer ministro. Sin embargo, el desenlace es demasiado triunfalista; al igual que en 'Dunkerque', recurre a un sentimiento simplista y desvía la reflexión.
De las pocas películas en competencia, presenta personajes más complejos que simpáticos y está repleta de paradojas éticas que pueden desarmar las convicciones del espectador.
Combina, con un resultado encantador, el escenario de una fábula romántica de los años 50. En tiempos en que el cine condena todo lo que se percibe como exceso, esta fantasía sin moraleja se torna casi transgresora.
Soderbergh incursiona de nuevo en las heist movies y refrenda su gusto por la desacralización, yendo en contra de las convenciones de cómo debe lucir el cine.
Antonio Campos ya ha demostrado antes su habilidad para sostener atmósferas inquietantes en historias que giran en torno al aislamiento, la locura y la violencia. En esta cinta hace un homenaje al gótico sureño.
Si algo prevalece en los relatos de Pawlikowski es el uso del libre albedrío. Expatriados de formas distintas, sus personajes han acabado por desconfiar de los dogmas.
Esta película fracasa porque no logra establecer un diálogo significativo sobre el tema de la igualdad, ni sobre el papel que su protagonista desempeña en esa lucha.
Se ha comparado 'El árbol de la vida' con '2001: Odisea del espacio', de Stanley Kubrick. Ambas hablan de la conciencia humana, reflexionan sobre lo metafísico (...) Pero en Malick la poesía no es solo yuxtaposición de imágenes. Es también la expresión de emociones.
Los adjetivos y halagos son justos: 'Dolor y gloria' es un acto de osadía, se aparta del melodrama y las estridencias que, a lo largo de cuarenta años, le dieron identidad a su cine. Tampoco puede negarse el encanto de un Almodóvar que, a través de un alter ego, se muestra vulnerable y honesto.