Abrams, con buen criterio, concede bastante tiempo al espectador para familiarizarse con los personajes y tender algún vínculo afectivo con ellos, tanto como para que cuando comience el gran espectáculo la platea comprometa alguna emoción.
El tema presenta una complejidad que García no logra abordar. Se perciben momentos emocionales y logros en la representación de un amor maduro, pero lo más destacable es, sin duda, el elenco excepcional.
El problema aquí, que lo hay, es la acumulación. Son muchos guionistas, incluidos algunos actores que también hicieron su contribución. Hay por supuesto algunos aciertos, de ahí que los italianos hayan celebrado tanto la película.
Piroyansky busca crear una película que conecte con los jóvenes. Lo logra gracias a su comprensión del medio, su habilidad para captar el lenguaje juvenil y su buen manejo del ritmo cómico, aunque no logra evitar algunos altibajos en las diversas situaciones que conforman la historia.
La visión de una Nueva York alejada de las postales clásicas y el buen tono que Klapisch impone hacen que el filme, a pesar de sus concesiones, se convierta en una historia amable, claramente actual y, sobre todo, agradable.
Hay ciertos momentos divertidos, algún intento de emotividad y está el atractivo de la presencia de las estrellas, aunque nada es muy novedoso y el convencionalismo abunda.
Un film que cuenta con todos los elementos necesarios para alcanzar el éxito popular. Hace reír, entretiene, emociona y distrae. Su historia, tanto complaciente como divertida, se enriquece con la química contagiosa de un par de actores excepcionales.
El compromiso de Brenda Blethyn con su personaje es total: gestos mínimos le alcanzan para transmitir el conflicto interno entre la irracionalidad de su prejuicio y su recelo ante lo desconocido.
Un film que no aspira a la agudeza de Jaoui-Bacri ni logra evitar ciertos desequilibrios, pero que, gracias a su ritmo constante y a las espléndidas actuaciones, resulta agradable de visualizar.