Los directores no son expertos en el género, aunque sí saben imponer el ritmo vertiginoso que ayuda a disimular la escasez de ingenio. Lo demás es lo de siempre.
Ni tan divertido como podían haber esperado los fanáticos de los hermanos Farrelly, ni tan desastroso como temían los seguidores de Los Tres Chiflados.
Un film noble en sus propósitos. Aun con sus limitaciones, el melodrama no deja demasiado espacio para que el film ilustre claramente sobre las reacciones que Omalu despertó en la industria deportiva.
La lineal historia no aburre, lo cual, habida cuenta de la superficialidad de la pintura de los personajes y de la tensión discontinua, no carece de mérito.
Llama la atención sus valores cinematográficos, el encanto y la inteligencia de su historia, la naturalidad con que desliza sus observaciones sobre la rutina diaria y la sutil delicadeza con que filtra sus pinceladas tenuemente críticas.
Un proyecto ambicioso por la complejidad de su realización, pero bastante sencillo en su propuesta narrativa y en su exaltación de los sentimientos familiares y del sentido de solidaridad.
Solo el admirable oficio de Anthony Hopkins y la convicción del resto del elenco hacen que las escenas clave del cuento exhiban cierta potencia. Lo demás es rutina, quizás más vistosa, pero rutina al fin.
El atractivo no está en un tema ya explotado ni en la intriga por la resolución de un enigma que no hay, sino en la tensión creciente de una febril carrera contra reloj.
El film no avanza demasiado en el arduo asunto de la moral en tiempos de guerra, pero reproduce los hechos sin excesos ni sentimentalismos aun en los tramos finales, cuando cobra más intensidad emocional.
Es como una carta al amigo que sigue merodeando por todos los rincones de Cinecittà. Una carta entrañable, generosa en ilustraciones con el trazo admirable de Ettore Scola.
El film avanza a una rápida velocidad, dejando que las explicaciones se revelen gradualmente a lo largo de la narrativa, lo que nos invita a disfrutar de una aventura intrigante.
Que las flatulencias sean un elemento central de esa presencia indeseada deja en claro el tipo de "humor" que exhiben los guionistas y el director Mike Tiddes.
En la película hay un poco de todo: una casa embrujada, un juego de ouija para comunicarse con el más allá, oscuros secretos familiares y trampas que generan más risas que miedo.
La adaptación respeta con gran fidelidad la estructura del libro, reflejando de manera efectiva una sociedad clasista. Más allá de delinear sus evidentes contrastes, también introduce observaciones que revelan un ligero espíritu crítico en varios de los personajes.