Los directores no son expertos en el género, aunque sí saben imponer el ritmo vertiginoso que ayuda a disimular la escasez de ingenio. Lo demás es lo de siempre.
Ni tan divertido como podían haber esperado los fanáticos de los hermanos Farrelly, ni tan desastroso como temían los seguidores de Los Tres Chiflados.
Fue su autobiografía la que Vincent Garenq tomó como punto de partida del film, lo que explica que su prolija ilustración del caso confiera rasgos de héroe al protagonista.
Un film noble en sus propósitos. Aun con sus limitaciones, el melodrama no deja demasiado espacio para que el film ilustre claramente sobre las reacciones que Omalu despertó en la industria deportiva.
Como ya es habitual, Cate Blanchett es el motor que le transmite su vigoroso empuje. Algo más pálido se ve el personaje de Redford, más por el tratamiento del guión que por falta de compromiso del actor.
La lineal historia no aburre, lo cual, habida cuenta de la superficialidad de la pintura de los personajes y de la tensión discontinua, no carece de mérito.
Llama la atención sus valores cinematográficos, el encanto y la inteligencia de su historia, la naturalidad con que desliza sus observaciones sobre la rutina diaria y la sutil delicadeza con que filtra sus pinceladas tenuemente críticas.
Un proyecto ambicioso por la complejidad de su realización, pero bastante sencillo en su propuesta narrativa y en su exaltación de los sentimientos familiares y del sentido de solidaridad.
Solo el admirable oficio de Anthony Hopkins y la convicción del resto del elenco hacen que las escenas clave del cuento exhiban cierta potencia. Lo demás es rutina, quizás más vistosa, pero rutina al fin.
El atractivo no está en un tema ya explotado ni en la intriga por la resolución de un enigma que no hay, sino en la tensión creciente de una febril carrera contra reloj.
El film no avanza demasiado en el arduo asunto de la moral en tiempos de guerra, pero reproduce los hechos sin excesos ni sentimentalismos aun en los tramos finales, cuando cobra más intensidad emocional.
Es como una carta al amigo que sigue merodeando por todos los rincones de Cinecittà. Una carta entrañable, generosa en ilustraciones con el trazo admirable de Ettore Scola.