Puede que se haya buscado elevar el género en su adaptación cinematográfica y hacerlo más relevante. Sin embargo, lo que se presenta no es tanto una comedia, sino más bien un melodrama.
Los protagonistas son inconsistentes y presentan contradicciones, el argumento se asemeja a un folletín del siglo XIX, y el guión recurre a giros inverosímiles.
Cercana a nuestra mejor tradición del esperpento, divertida a fuerza de deprimente o ridícula en el fondo, mientras que cuando se pone un poco seria y tantea el drama, la impresión es de inverosimilitud.
El protagonista es creíble, aunque resulta antipático. Los ritos judíos, tanto laicos como piadosos, son tratados con una ironía superficial. Lo más destacable es que la protagonista posee un atractivo tanto sensual como espiritual, lo que hace verosímil el enamoramiento.
Superespectáculo de superhéroes siempre con la perfección del espectáculo capaz de provocar asombro. Lo mejor es que toda la película y, en especial, el guion de Rhett Reese, constituyen pura comedia.
El argumento, precedido de un prólogo impactante y desconcertante, constituye un ejemplo de teatralidad y de pretenciosidad. El humor negro se confunde con la truculencia y ofrece muy poco ingenio.
Los personajes son estereotipos que dañan la credibilidad del drama y casi anulan la ironía. La narrativa se siente como si hubiera sido extraída de una novela de principios del siglo pasado.
Funciona mejor como intriga y como drama de mezquindades inimaginables. José Sacristán hace un buen trabajo (...) María Barranco aporta simpatía comovedora.
Antonelli resulta ser una presencia carismática y divertida en diversos roles. Sin embargo, la película presenta altibajos y en algunas ocasiones los performances pueden parecer exagerados. A pesar de esto, las interpretaciones son en general buenas.
No está a la altura de la serie protagonizada por Peter Sellers, ni siquiera de la primera entrega con Steve Martin. A pesar de ello, incluye algunos gags divertidos.