Aunque no es la obra más destacada de su carrera, muestra en cada momento su habilidad como director, evidenciada en encuadres sutilmente impactantes y una notable dirección de los actores.
Es una película hermosa y melancólica que muestra un profundo respeto por sus personajes y situaciones, destacando una sensibilidad poco común en su ejecución.
La narrativa cautivadora y el estilo visual son complementados por diálogos conmovedores y actuaciones excepcionales que mantienen la atención del público.
La premisa tiene potencial, pero Lou de Laâge, que parece más adecuada para la pasarela que para la actuación, ofrece un rendimiento débil. Las escenas de sexo carecen de intensidad, los personajes son poco profundos y la estética es más propia de un anuncio de fragancia.
Este esqueleto anecdótico no logra reflejar la sutileza de la película, llena de gestos sutiles y silencios significativos. Las conversaciones se manejan con una atención meticulosa, revelando en ocasiones verdades difíciles.
Esta película de Woody Allen puede ser considerada una de sus obras menos encantadoras. La atracción entre los personajes se siente forzada, como si estuvieran colocados en situaciones artificiales que no logran conectar de manera significativa.
Aparte de la ingenuidad del planteo, hay algo muy bobote en la manera de mostrar cómo sería un grupo humano en el que prime la libertad y cada uno haga lo que quiere.
La escenografía es impresionante, los espacios están bien definidos y hay una notable capacidad para incluir humor, tanto en las situaciones como en los ángulos de cámara.
La fuerte presencia de paisajes industriales poco atractivos les otorga una extraña poesía. La película se siente similar, acumulando elementos dispares que contribuyen a una intensa sensación de una vida real, sin estar restringida por convenciones narrativas.
El guion es poco coherente, los actores dan la impresión de ser parte de un grupo de teatro infantil sin experiencia, y la interpretación del cine noir resulta bastante torpe.
'La flor' es una celebración de la narración, presentando un enfoque antiguo donde el placer de relatar historias resulta en una multitud de subtramas que se desarrollan de forma arbitraria.
En la superficie la historia es bastante elaborada. Rappeneau demostró ser un director y guionista refinado. Para quienes no conocen su obra, esta entrega es una mala representación de su talento.
Este documental captura de manera encantadora el espíritu de su época. Se presenta con la misma irreverencia y, en ocasiones, presenta una abundancia de información que era típica del modernismo político cinematográfico de aquel entonces.