Nada basta para sostener una narrativa consistente. Quizá como consecuencia de la estructura de la novela, la historia flota un poco a la deriva, y uno podría abandonarla antes del final o comenzar a leerla en cualquier momento sin perder demasiado.
Toda la vida soñé con ver un buen thriller ubicado en la Gran Purga. Esta película transmite mucho de ese clima y tiene elementos de thriller. Pero la película es más compleja y extraña que eso. Está salpicada de un humor quirky perverso.
La película tiene poca utilidad y lo que intenta aportar lo hace de manera incompleta: obtenemos un ligero entendimiento de la historia, pero también perdemos parte de ella. En cuanto a entretenimiento, resulta monótona y, en términos de reflexión moral, social o ética, se ve limitada por su clara intención de entretener.
Lo que no fatiga nunca, o incluso está cada vez mejor, es el gusto de su manera de filmar, [de Allen] la sabiduría para elegir los puntos de vista con una sencillez y funcionalidad excepcionales, pero al mismo tiempo obteniendo gran belleza plástica.
Los Taviani destacan anécdotas intrigantes y emotivas que giran en torno a pequeñas acciones heroicas, dilemas éticos y la brutalidad del fascismo. Su enfoque combina una estética visual rústica al estilo de Roberto Rossellini con una poderosa plasticidad gráfica.
La película está filmada con una elegante discreción y sorprende constantemente al interrumpir las escenas de manera abrupta, dejando ciertos asuntos sin resolver.
No encontraron la manera de superar el carácter desviado de un proyecto que comenzó con una idea y terminó siendo otra. La narrativa resulta ser un verdadero caos.
'Dolor y gloria' es tan profundamente emotiva y toca elementos sensibles con los que muchas personas pueden identificarse, que resulta difícil creer que sea una obra de ficción.
Esto es Hollywood en su mejor expresión. Mortensen es increíble. Su actuación, así como la del formidable Mahershala Ali, cuenta entre los muchos atractivos de esta película deliciosa.
Es una biopic que tiene que inventar recursos para crear, en forma forzada, una curva dramática a partir de una serie de eventos que no encajan en la cohesión que se espera del cine clásico.
Hay buenos parlamentos, pero están perdidos entre una mayoría de diálogos bastante pobres. El tratamiento agrega un sentimentalismo desparramado que recuerda cierto cine asiático.
La película es valiosa por su contenido y está elaborada con gran habilidad. La supervisión de montaje a cargo del uruguayo Fernando Epstein aporta una garantía de fluidez y coherencia.
Aquí hay elementos especialmente poéticos, dado que los entrevistados elegidos son creativos, inteligentes y sus historias están cargadas de emociones.