En esta quinta entrega, la misión fue una vez más recuperar la esencia de la primera. Se puede sentir, casi palpablemente, las contradicciones, dudas, titubeos y apuestas cautelosas presentes en una megaproducción de este calibre.
Los diálogos son pobres y los actores habrían tenido que ser geniales para arreglarse con ellos. La película es muy menor y bastante mala, pero verla no es tiempo totalmente perdido.
Era imposible que con un material así Eastwood llegara siquiera a arañar la grandeza de sus varias obras maestras. Quizá por eso, es toda una lección de cine ver este film.
Además del visual alucinante, la película trasunta una enorme compenetración con todos los aspectos del básquetbol. No recuerdo una película deportiva más excitante que esta.
Considerando su cometido, la película resulta ser excelente. Aparte de las notables ideas del guion, muestra una formidable creatividad visual. Las imágenes son impactantes, y el montaje demuestra una increíble imaginación y destreza.
Una resolución meramente formal y emotiva. Traduciendo otro aspecto valioso de esta pequeña película, se observa una disposición de conciliación y un repaso sin reproches.
Sin haber sido un director experimental, Costa-Gavras nunca se acomodó en fórmulas, y cada una de sus películas refleja inquietudes y búsquedas. Puede que algunas de las presentadas aquí representen esa inevitable incompatibilidad.
El caso es especialmente complicado. Esto ayuda a dramatizar el indignante clima de segregación tribal y opresión que reina en Palestina, sin esquivar del todo un tufillo de moralismo.
Es un placer observar su cinematografía funcional y elegante. Esa narrativa contemplativa logra, en ciertos momentos, concentrar los elementos para generar una emoción intensa, misteriosa y discreta.
Más allá del cine de catástrofes, la película evita caer en elementos de acción heroica. Lo destacado es que esquiva maniqueísmos sencillos, presentando a los terroristas como individuos sinceros en su fe.
Una gozosa incursión en el mundo de la guerra pintado con rasgos de una inocencia acrítica: todo eso justificado de alguna manera en este contexto específico, y encarnado en tremendo espectáculo.
El guion es algo débil. Sheridan no tuvo suficiente tiempo ni presupuesto para desarrollar la idea de manera más efectiva. Es una lástima, ya que cuenta con escenas memorables, una atmósfera particular, un tema intrigante y excelentes momentos de acción, aunque están ensamblados de forma precaria.
El enfoque resulta bastante superficial. No se esfuerza en analizar las razones detrás de la dictadura y presume que los motivos de la resistencia son evidentes. Además, los personajes carecen de una profundidad psicológica notable.
La película sufre del común inconveniente de las biografías convencionales: las historias reales rara vez se adaptan a los patrones de una narrativa clásica.