El enfoque resulta bastante superficial. No se esfuerza en analizar las razones detrás de la dictadura y presume que los motivos de la resistencia son evidentes. Además, los personajes carecen de una profundidad psicológica notable.
La película sufre del común inconveniente de las biografías convencionales: las historias reales rara vez se adaptan a los patrones de una narrativa clásica.
Realmente deslumbrante apreciar la potencia de los encuadres, lo novedoso de esas imágenes oscuras con la luz azulada difuminada por el humo, el swing rítmico, la fluidez y la complejidad del montaje.
Es una realización con todas las garantías del Hollywood clásico: esas actuaciones discretas pero contundentes, diálogos espléndidos, siempre algún detallecito de humor para cortar aquí y allá con la seriedad.
Acción, arte y feminismo en un drama histórico danés. La película culmina en un estilo próximo al cine de arte, destacando sus claroscuros pictóricos, los majestuosos palacios y los óleos del siglo XVIII.
Hay características de este proyecto que son insalvables, pero es de esperarse de la versión extensa, al menos, una historia mejor narrada, más coherente y con un poco más de involucramiento con sus personajes.
La película presenta muchos de los aspectos positivos que suelen estar presentes en una biografía cinematográfica, pero también padece de casi todos los aspectos negativos propios del género, lo cual se ve acentuado por un guion que resulta especialmente torpe.
Montada con maestría, la película potencia todo el efecto emotivo posible en escenas como el reencuentro con Jerry Lewis o la posible búsqueda del “Rosebud” del protagonista.
Puede parecer un mero documental pedagógico y una oportunidad compacta de curiosear en la obra de la directora, o de rememorar grandes películas, lo cual, tratándose de una autora de tal magnitud, es de por sí muy importante. Pero es mucho más que eso.
Ese relato aparece sustanciado con una cantidad impresionante de material visual. Cuando lo escuchamos tocar y escuchamos sus creaciones y arreglos, es imposible no amarlo.
Aparte de reírnos y asombrarnos con Keaton, podemos observar el notable timing cómico-estético de Bogdanovich para montar los fragmentos de películas para ilustrar tal o cual aspecto.
En los primeros 20 minutos se caracterizan con cierta nitidez una buena veintena de personajes, y hasta el final estaremos descubriendo detalles sobre su psicología y sobre su pasado, hasta componer un cuadro singularmente complejo y ambiguo.
A lo largo del film se intentaron diálogos “ingeniosos y fuertes” que, en verdad, son pobrísimos. Sin embargo, hay muy buenos momentos de acción. Especialmente en el inicio.