El problema fundamental de 'Las reinas del crimen' radica en su tono: si se hubiera mantenido la hipérbole característica del cómic, todo habría sido más aceptable, ya que el exceso estético, por su propia naturaleza, no busca la verosimilitud.
La derivación final al emocionalismo y el triunfalismo in extremis es, a su turno, inevitable en una historia como ésta. Nada de ello mella los méritos de una historia que debía ser contada y que difícilmente pudo haber sido contada mejor.
Es, otra vez, una idea metida a presión, dicha y no vivida. Mientras tanto, y como había hecho ya en 'Contra viento y marea' y 'Dogville', Von Trier observa desde el cielo, como si se tratara del ojo de Dios. O lo que sea que esté ahí arriba.
Un tiroteo en el que todos se enfrentan, donde las palabras son tan letales como las balas de pistolas, revólveres y fusiles. Se permite que los enfrentamientos se extiendan por más de una hora. Esta película definitivamente se aleja de lo que se espera de un "drama de época".
Profesionalismo es la palabra ideal para describir 'Conexión Marsella': un relato que sólo se estanca en algunos pasajes intermedios, cierta tensión de baja intensidad, aunque sostenida en el tiempo, el goce de un diseño de producción atento a los detalles.
Inspirada en un hecho real, la nueva película de David O. Russell prefiere seguir el camino contrario, el de la construcción de una ficción, con una magnífica reconstrucción de los años ’70.
Ashton Kutcher, que está excepcional, retrata a Mr. Jobs no como un extraño, sino como una amalgama de genio individualista, un Mesías poco tolerante, un maquinador visceral, un motivador por naturaleza y un Moisés vestido con jeans y zapatillas.
Aunque utiliza el recurso introducido por 'The Blair Witch Project' y desde entonces varias veces repetido, el film consigue asustar con poco y se sostiene en la clásica y muy dosificada progresión que lleva de la normalidad a lo desconocido.
La sombra de lo ya visto pesa sobre 'Cómplices del silencio'. Es posible que para el público extranjero esta historia represente una novedad, pero para el espectador argentino, no ofrece nada que no hayamos visto antes.
La intriga de 'Un crimen argentino' es poco sólida. El villano carece de desarrollo y los hilos narrativos son igualmente insípidos. La trama no presenta giros ni sorpresas relevantes. Los personajes están construidos con una única característica que, para colmo, no resulta profunda.
Hay en 'Llámame por tu nombre' algo así como una sensorialidad de la narración, dada por el tempo cinematográfico, los juegos de luces y sombras, la duración de cada plano, el trabajo sobre los colores vivos.
Si el conjunto no luce original, la voz de Penélope Cruz, narrando en off extractos del libro, lo vuelca más hacia el lado de un documental de National Geographic que a cualquier exuberancia gangsteril.
El nuevo film del director de 'Carancho' carece de la intensidad que el caso narrado sugiere. Guillermo Francella compone a Arquímedes Puccio como un monstruo gélido y perturbador, en tanto el resto del elenco oscila entre la tibieza y la opacidad.
Si Schwarzenegger se limita casi por completo a un papel meramente cómico, la experiencia ya no es la misma. Igualmente, en varios momentos se recurre a explicaciones técnicas que saturan la trama de ciencia ficción actual.
Por abusado y mal usado, suele creerse que el formato de cabezas parlantes es malo de por sí. 'Invasión' demuestra que, cuando los testimonios son buenos y quienes los prestan lo hacen con elocuencia, lo mejor que se puede hacer es escucharlos.
No extraña el cúmulo de nominaciones al Oscar: la plana y extendida sensación de desequilibrio que campea en el film de Miller se sostiene además en el trabajo de sus intérpretes, extraña pareja compuesta por un magnate industrial y un luchador.
No hay película porque las muchas manos que revolvieron este plato lo convierten en un indigesto 'High School Musical' de los años 80, disfrazado de la 'This is Spinal Tap' que nunca se atreve a ser.