Con las chicas actuando ante la cámara como si la cámara no estuviera, la puesta en escena rehúye toda tentación de lucimiento. La narración es fluida.
Un thriller intenso que presenta varios crímenes y, al mismo tiempo, refleja la pobreza latinoamericana, lo que es precisamente lo que los compradores internacionales buscan.
Lo más destacado de la realización de Grand Corps Malade y Mehdi Idir es su proximidad con los protagonistas, que es general y abarca a los alumnos, docentes y preceptores.
Sumerge al espectador --como todo buen documental-- en una realidad aparte, una cápsula que la vida cotidiana no muestra. Pero no se trata exactamente de un documental.
El gran mérito del director Tyler Taormina es presentar de modo absolutamente naturalizado, sin parodiarlo o criticarlo, una suerte de freakismo colectivo que caracteriza a los habitantes de una ciudad sin nombre.
Es una película off-Hollywood, en la que la sencillez expositiva y cierta dosis de atrevimiento establecen la diferencia con las pretensiones técnicas y la pacatería de la fábrica de sueños.
Es una de las películas mejor encuadradas que se hayan visto en bastante tiempo. Cada encuadre parece hecho con tiralíneas, y la fotografía en alta definición le permite a la realizadora jugar.
Una primera virtud de 'Los vagos' son las actuaciones, sin una sola disonancia, y con un tono y un registro absolutamente homogéneos. La narración es fluida, precisa y concisa, con audaces saltos espaciales y temporales.
En términos generales, la película de Caulier no logra establecer la tensión ni desarrollar bien a los personajes, dos elementos que suelen estar interrelacionados.
¿Psicologismo fantasioso, freudismo espacial? Esas son las cartas que juega el realizador con una fluida puesta en escena, ajustadas actuaciones y una contención general que parece deberle más al cine de Martín Rejtman que a '2001, odisea del espacio'.
Compleja, rica y exuberante, la película dirigida por Mike Mills propone el retrato de un peculiar grupo de familia donde cada uno tiene algo valioso que decir.
El primer opus en solitario de Nele Wohlatz, tan sencillo como transparente, aborda la historia cotidiana de Xiaobin, una joven china recién llegada a la Argentina. Pero el aspecto ingenuo del film, incluido su melodrama, se asienta en una estructura sofisticada.
Lo que más importa, la transparencia de la puesta, con planos secuencia discretos y sin ostentación, actuaciones similares y predominancia de planos americanos que permiten observar a los personajes y sus acciones desde una cierta distancia, tanto física como emocional.
A la deriva de los personajes le corresponde una deriva del relato, hecho de elipsis narrativas entre escenas. La modalidad es de observación, pero lejos de ser pasiva ésta adquiere una intensidad infrecuente.
La de Kechiche es una de esas obras que, de tan grandes, arrollan sus propias debilidades gracias al torrente narrativo, emocional y subtextual que desencadenan.
Peca de una modosidad que es un poco la del protagonista. Al eliminar todas las marcas personales, reitera todos los tics y clichés de los relatos de iniciación.
Aunque se trate de una película dirigida al público joven que narra la preparación, la celebración y el colapso de una fiesta estudiantil, el filme logra combinar de manera sorprendente el consumo pop con una profunda reflexión metafísica.