El realizador escocés Jon S. Baird evita todo golpe bajo y cualquier sensiblería para retratar a 'El Gordo y el Flaco'. La conversión de John C. Reilly y Steve Coogan en Oliver Hardy y Stan Laurel es asombrosa.
Una combi, tres chicos y tres chicas. Eso es todo lo que necesita el director español, que con un grupo de amigos y una cámara de fotos consiguió una serie de instantáneas, de momentos robados, que tiene en el cine de Eric Rohmer a su manifiesto “líder espiritual”.
'Nuestras mujeres' no es solo teatro filmado, sino un teatro “de hilos” en la pantalla. Es una obra que se construye a través de giros dramáticos bien pensados.
Lo mejor de la película que reúne a varios figurones de Hollywood interpretando versiones de sí mismos es que cualquier cosa puede suceder. Lo peor es que, en ocasiones, lo que ocurre resulta ser genial y, en otras, una absoluta tontería. Sin embargo, el entretenimiento está asegurado.
Gracias a una oportuna identificación con sus protagonistas, 'Elefante Blanco' logra poner en cuestión al propio espectador, llenándole la cabeza de preguntas. No es algo que el cine masivo suela producir.
Llevar las cosas al extremo, empujarlas a la violencia, el sexo duro y el desastroso choque contra la ley y las instituciones le da su plus a esta remake no declarada de un viejo film de John Hughes.
Comedia resueltamente post-hermanos Farrelly, la película dirigida por el perfecto desconocido Steven Pink es una de esas guarradas tan impresentables como irresistibles.
Mezcla de comedia frívola y melodrama emocional, el filme de Honoré retoma la esencia de la nouvelle vague. Con un ambiente impregnado de canciones pop, la película irradia un espíritu lúdico y un enfoque creativo hacia el cine y el espectador.
Mala noticia: 'The Room' no es tan mala como dicen. Es mala, sí, pero eso de “la peor película de la historia”… ¡vamos, gente, no hay que ser irrespetuoso! Pero OK, que es mala es mala, y tiene sus momentos divertidos.
Sala maneja con precisión tiempos y tensiones, mutismos y estallidos de violencia, dejando que crezcan sin forzarlo y logrando una veracidad infrecuente.
Un toque de policial negro y mucha locura americana, producto de la clase de excentricidad que genera el culto extremo al individualismo, en un país que por algo está gobernado por quien está gobernado.
Es desaforada, hiperbólica, llena de efectos especiales y con un vértigo de puesta en escena que revela aún más, por contraposición, la oquedad de todo aquello que no puede ser manipulado por computación.
'Rams' es un cuento clásico, narrado con la sequedad que el ambiente y la gente imponen. Hákonarson no se entretiene con el paisaje. Sabe que con plantar la cámara una o dos veces en exteriores será suficiente para transmitir la sensación de inmensidad.