La película carece de calidad incluso en su presentación. El elenco parece asustado constantemente y los recursos visuales son pobres, acompañados de una banda sonora excesivamente estridente.
La ambición de la película se refleja en un catálogo de recursos clásicos que provocan inquietud e incertidumbre. Se emplean elementos como el sonido, sombras inevitables y levitaciones rutinarias, todo contribuyendo a la atmósfera inquietante.
La dirección se centra en la impresionante actuación de Pacino, que es indudablemente teatral, navegando entre la realidad y la ficción del mundo que representa la narrativa, mostrándolo irónicamente como una verdadera figura del cine.
Los hermanos belgas exploran una vez más el realismo proletario, mostrando una perspectiva clara sin emitir juicios. Su enfoque ofrece una visión acertada de la situación actual de la clase trabajadora en el primer mundo.
Michael Haneke, con su característico nivel de detalle, nos ofrece una perspectiva íntima sobre un matrimonio de ancianos en sus últimos años. A diferencia de sus trabajos previos, esta historia explora el amor y la conexión entre dos personas después de décadas juntos.
Presenta un carácter sombrío y asfixiante, pero a la vez profundamente reflexivo, con personajes que, a pesar de su aparente simplicidad, son complejos y logran transmitir una sensación de realidad que escasea en el cine actual.
La puesta en escena refleja la madurez del director, quien logra transmitir su visión desilusionada acerca de la naturaleza humana. Con una ejecución segura y sin pretensiones, cumple con las normas del género, resultando así en una obra efectiva y precisa.