Con técnica ‘stop-motion’, exquisita banda sonora y el uso del blanco y negro, Burton retoma la estilizada línea de sus personajes de ‘El cadáver de la novia’, permaneciendo tan fiel a sus temas de muerte, horror y ternura, como a sus intérpretes preferidos.
Su particular humor evoca a directores como Álex de la Iglesia, quienes logran un equilibrio perfecto en el desbordamiento. Como era de esperar, resulta ser una película más disfrutable para los aficionados al cine de terror.
Es un filme a medio camino, con abundantes lugares comunes, cierto manejo que recuerda las producciones televisivas masivas de la década del "80 y un humor pasatista pleno de clichés.
Con un desarrollo predecible, la trama se siente muy básica y el guion carece de originalidad. Sin embargo, Fabrice Luchini, quien interpreta a Fouché en "El emperador de París", logra sostener la actuación gracias a su dominio dramático y a un humor sutil.
Inolvidable es la actuación interior y profunda de Cate Blanchett. Woody Allen, con su exquisito diseño de producción y música, regresa a lo grande, superando sus trabajos anteriores.
La película está bien construida, aunque con exceso de metraje. Tiene momentos de humor, algunos medio localistas y conflictos previsibles y poco verosímiles, pero se la ve como la comedia amable de un irresponsable convertido en padre.
La directora elabora una comedia de ruta en la que los seres que se encuentran, acompañados de un perro, buscan un tiempo con sentido, aspiran a terminar con algo valioso a su lado, con algo querido. Tan simple como eso.