Una película deliberadamente cursi que sólo es interesante por lo convencional que es, incluso si nunca has visto otra película sobre una pelea de artes marciales Ghan-Gheng en una antigua ciudad de Tibet.
En el fondo, sólo es un cuento de campamento, y bastante loco. Pero Neil Jordan lo dirige con furia, con un estilo visual exuberante e insinuante que se mete debajo de la piel.
La actuación de Skarsgard le da un toque hitchcockiano y la dirección sutil y elíptica de Skjoldbjaerg hace que el material se mantenga peligroso y volátil.
Lo que cuenta es la inteligencia de la película, una inteligencia que se manifiesta en un reparto superlativo, una dirección controlada de Irvin Kershner y unos decorados espectaculares.
No hay signos de bajada de energía aquí, ni siquiera en una tripulación de la Enterprise que parece más preparada que nunca para el baile intergaláctico.
Una épica grande, fornida y demasiado entusiasta, con algunas escenas de acción atrevidas, que están montadas de forma chapucera, pero aun así, resultan emocionantes.
La historia de Guaspari presenta un tono directo y sobrio que resulta efectivo. El guion, escrito por Pamela Gray, demuestra una vez más su habilidad para aportar frescura a lo convencional.