No es más que un entretenimiento inofensivo y algo bobo. Aun así, se insinúa una dimensión más profunda y casi metafísica que, lamentablemente, parece que se explorará en futuras entregas. Se echa de menos, por tanto, una brújula narrativa que guíe la historia.
Material poético-radioactivo que maneja Zeitlin con atrevimiento e inspiración, apoyándose en una cría que deslumbra con su espontaneidad a lo largo de una fábula inevitablemente irregular.
Como era de esperar, el espectáculo cinéfilo se queda corto, aunque se destacan algunas críticas al sistema y un dardo hacia las ferias de ganado freak.
Sátira irregular y desaforada. Las situaciones y los gags son certeros en algunas ocasiones, mientras que en otras se sienten como chistes privados poco efectivos. El resultado no es desagradable, pero puede llegar a ser agotador.
Amy Adams y la interpretación de Susan Sarandon como una impresionante bruja con un toque cyberpunk son dos de las gratas sorpresas de este producto eficaz e inofensivo. Una fabulilla simpática que, aunque no destaca por su originalidad, entretiene y cumple con su propósito.
Con un tempo minimalista y a veces desquiciante, diálogos más para merluzos que para besugos y golpes tan rompedores en el género, el filme multiplica efectivos gracias a su trío protagonista. Un consejo: paladearla en VO.
Las dosis de ironía y esperanza resultan familiares para los seguidores de 'Mi vida sin mí' o 'Cosas que nunca te dije'. Es un cambio interesante hacia el drama, aunque parece carecer de una dirección clara.
Fast food coqueto. Sencilla pitanza sabrosona para paladares desinteresados en deconstrucciones o hidrogenizaciones culinarias al saciar el hambre en una sala de cine.
Supersalidillos. Es un intento fallido de ofrecer una comedia que se siente como una simple repetición de fórmulas desgastadas del cine estadounidense contemporáneo.
El conjunto, mezcla entre videojuegos como 'Dead Island' y películas como 'Zombies party' es tan demencial, gamberro y cachondo que merece laureles desinhibidos.