Un cargamento de lugares comunes alrededor de los triángulos amorosos, el maltrato animal y la violencia de género. Poco hace para escapar del cliché, tanto en su engranaje general como en el secuencial.
Un producto de calidad, de primoroso acabado, aunque en ocasiones más aparente que solvente. Lo tiene todo para triunfar: una historia de superación, excelentes diálogos, ironía, delicadeza, emoción, ligereza.
Hasta la aparición del amante de la mujer, la película avanza con fuerza y convicción, destacando por sus excelentes interpretaciones. Sin embargo, en el tercio final, Sneider pierde un poco el tono en la puesta en escena, enfatizando el elemento de folletín.
En la primera mitad, la película avanza de manera constante, exhibiendo una notable mesura, con altura dramática y un impacto visual poderoso. Sin embargo, el tercio final resulta ser más decepcionante.
Dos películas en una. La primera es una obra histórica convencional, más académica que clásica, pero en modo alguno despreciable. La segunda es emocionante hasta rozar las lágrimas.
El filme intenta ser un nuevo wéstern en un entorno inhóspito, pero no logra cumplir con esa ambición. Las motivaciones de los personajes están más relacionadas con el folletín que con una narrativa sólida.
Bonita, un notabilísimo diseño de producción y una impecable factura técnica y artística. Con un ritmo endiablado que pocas veces desfallece, destaca la frescura de los intérpretes.
El remilgo visual y textual viene de la mano de un tema mayor y de unos subtextos interesantísimos, lo que deja en pie a la excelente primera hora y cuarto. Sin embargo, en la segunda y tercera partes, el cine excesivamente elaborado de Malick no logra penetrar con la misma fuerza.
Crónica incluso didáctica. Ofrece lo que prometen las películas de Emmerich: una experiencia centrada más en el espectáculo que en el rigor. Sin embargo, esta vez se presenta con un toque adicional de moderación.
La parte militar y política es muy interesante. La parte romántica, no tanto. Y la dicotomía entre la humillación y la piedad, que debería haber sido fundamental, acaba perdiendo terreno.
Una de esas películas-río más grandes que la vida. A la antigua, a contracorriente. Ambiciosa y profunda en algunos aspectos, y un tanto superficial en otros, tiene algunos resbalones obvios de tono.
A pesar de una dirección que recuerda al estilo de Malick, la primera mitad de la película consigue captar la grandiosidad de la parafernalia nazi. Sin embargo, en la segunda mitad, la narrativa se convierte en un relato bélico más convencional.
Con un puñado de excelentes actuaciones y el brío natural que poseen los trabajos de Gibson, su nueva película vuelve a ser un sermón poco sutil que, en su fascinante visualización, se convierte en la feliz contradicción que es el australiano como artista.
Es un melodrama solemne, un thriller lírico, un drama existencial sobre una época de lucha y huida controlada. Una obra vehemente e inteligente, con bellísimos momentos.