Demasiados pasajes del pasado adoptan un tono convencional, reminiscentes de telefilmes, acompañados de una banda sonora excesivamente sentimental. En contraste, en las escenas de gran tensión, Kormákur se muestra más cómodo y brilla en la construcción de la tensión.
El contexto en el que se desarrolla la narración es considerablemente más interesante que la historia en sí. Aunque se realiza un loable trabajo sobre la memoria, la emoción solo surge cuando se incorpora el material de archivo.
Gigineishvili no juzga, pero muestra la desesperación. También los efectos de esa angustia, los errores, la muerte de inocentes. Cine político para tiempos políticos.
Linklater filma con una inaudita autenticidad su carta de amor a la música, a los futbolines y a las pinballs, como si realmente estuviéramos ante una película de 1980.
De ambiciosa temática y desarrollo algo esquemático, 'Pride' encuentra la emoción cuando busca la verdad de sus personajes, y el resquemor cuando huye de los problemas por medio de bromas que buscan la risa más fácil.
Uno ve este 'thriller', sensacional tercer largometraje de J. C. Chandor, y no ve a un imitador, sino al propio Lumet redivivo (...) la película es sutil, hermosa y brutal.
Tiene todo lo que debe poseer un gran documental, ya que cuenta con carisma, una sólida narrativa y un atractivo visual. Presenta una historia apasionante que, a pesar de su toque maquiavélico, se desarrolla con profundidad, pasión y hasta con un toque de gracia.
Cerca del modelo scorsesiano, los personajes de Jong-bin parecen copias exactas al prototipo que bordó Joe Pesci: pobres tipos de apariencia enclenque, capaces de cualquier barbaridad mediante estallidos de rabia.
Un producto genuinamente contemporáneo: indolente, insustancial, blanco, que va de gamberro pero que sólo es ligeramente travieso, más cerca de 'High School Musical' que, por poner un ejemplo, del alma contestataria de 'Hair'.
Tamahori recurre al sensacionalismo al enfocarse en el sexo, sin ofrecer una crítica social que profundice más allá de los clichés. Mientras tanto, Dominic Cooper se diluye en su doble papel, presentando un retrato que se asemeja más a una parodia al estilo de Borat.
Adrenalina sin sustancia. Con un metraje excesivo para contar tan poco, la película no logra convertir sus fuegos artificiales en visiones emocionales.
Tras un primer tercio marcado por un clima inquietante, la acción se centra en la represión sexual de una profesora. En este punto, la narrativa se vuelve más predecible, culminando en un desenlace pomposo y poco sutil, casi como si perteneciera a otra película.
El tono panfletario prevalece sobre el auténtico conflicto moral, legal y religioso presente en la historia, que está poblada de personajes poco creíbles que no soportan el más mínimo análisis.
En ocasiones, la alta política se transforma en baja política, y 'La guerra de Charlie Wilson' lo retrata con energía, acidez y cinismo. Sorkin ofrece profundidad dramática, réplicas incisivas y diálogos que reflejan una elevada política.
Más preocupada por los valores solidarios de la historia que por los puramente cinematográficos. Noyce se luce en las escenas de acción, pero poco puede hacer con un rutinario guión que culmina en un apresurado y discursivo desenlace.
Ausencia de creatividad. La falta de profundidad política, la falta de atención al detalle, ciertos problemas de interpretación y el perfil exagerado de algunos personajes limitan el potencial de una historia que, aunque promete ser apasionante, nunca logra serlo en pantalla.
Mejor dirigida que escrita e interpretada. Sonny no es una buena película, pero en ella se adivinan las intenciones de Cage por salirse del sendero fácil.