Zeitlin logra capturar la esencia del sur, la envuelve en una poética visual y simbolismo, evitando caer en la denuncia social. No es una cinta diseñada para el entretenimiento superficial; es una profunda inyección del espíritu sureño, una experiencia ensoñada que es tanto dulce como inquietante.
Su fórmula narrativa acaba convirtiendo un defecto en una virtud. Nada hay más alejado del cine que ver a un tipo largando una teoría tras otra durante una conferencia. Tiene el valor de la divulgación de lo incontestable más allá de sus más nimios defectos.
El pastiche no logra fusionarse en un estilo homogéneo y cautivador, aunque sí consigue sus mejores momentos a través del humor negro. Sin embargo, las interpretaciones son solo discretas y el inicio resulta demasiado lento.
A la película la han crucificado los críticos foráneos y quizá sea excesivo, porque aguanta dos tercios de historia; eso sí, en el último trecho se derrumba.
Muestra un exquisito gusto para el encuadre, para el montaje iluminador de los grandes instantes de una vida, y para el tratamiento musical (...) sus imágenes, y ese discursazo sobre lo que lo que permanece y lo que se va (...) quedarán en la memoria.
Wan articula una primera media hora con una elegante estilización de la nada, y una segunda mitad desbordante donde la confusión sexual y el travestismo generan tanto miedo como risas.
Una de las propuestas más insólitas del cine contemporáneo. Hay que celebrar la irrupción en la cartelera de una película tan única. Eso sí, dejemos los miedos de lado, ya que lo que encontramos aquí se asemeja más al estilo de Buster Keaton que al de Robert Bresson.
Leo Harlem vuelve a demostrar su solvencia, aunque no logra salvar el conjunto de la película. Es aceptable en la presentación de roles, pero peor en la peripecia e intragable en lo sentimental.
Un simulacro de gran película de Pixar. Los elementos cómicos apenas logran provocar una sonrisa en un par de ocasiones, sin embargo, lo que realmente rescata la película es su atención al detalle y la conclusión del romance.
Es la merienda perfecta. Sin alcanzar la excelencia, todo está bien compuesto y cumple con creces tanto el universo de Roald Dahl como con el clásico ambiente del musical protagonizado por jóvenes de la calle.
No será vista como la más memorable de la saga, pero sí presenta un retrato del protagonista de lo más sorprendente. Una digna película de aventuras con mucha acción.
La película es un desconsuelo que, eso sí, en modo alguno puede enturbiar las carreras de los implicados. Ahora bien, considerada individualmente, no hay por dónde salvarla.
Érase otra vez. Es la clara demostración de que lo fundamental en un buen relato es que esté bien contado. En este caso, eso no ocurre. Incluso si decides modificar la historia o continuarla, es crucial que lo hagas con convicción.
Los primeros minutos de la narración son bastante deficientes. No obstante, desde ese inicio se vislumbran algunas virtudes que, aunque no se desarrollan completamente, son apreciables.
Está lejos de la leyenda del producto. Casi lo más destacable son el prólogo, que destaca por su gran dramatismo, y el epílogo. Sin embargo, ambos momentos suman apenas un cuarto de hora.
Película solo apta para los más pequeños. El conjunto presenta una dignidad destacable. La película refleja claramente la sensibilidad y la corrección propias de nuestra época.