Película solo apta para los más pequeños. El conjunto presenta una dignidad destacable. La película refleja claramente la sensibilidad y la corrección propias de nuestra época.
Un producto que está dirigido para ver en familia. Contiene unas estimables canciones, está bien producida y su tono está lejos de la grima que demasiadas veces va a asociada a este tipo de película.
Producto de confusa comercialidad. Tiene momentos de brillantez, pero también otros que caen en la desanimación, carentes de ritmo y pesados. Esto puede ser inevitable en una película que presenta más virtudes que defectos.
Fluye de manera aceptable en su narrativa, pero presenta una técnica que roza lo simple. Se suma a la lista de esas discretas producciones animadas que llegan a nuestro país casi semanalmente.
Una especie de Buscando a Nemo de saldillo, destinada a los críos más pequeños (no más de 8-9 años), que no pasa de lo digno en el apartado técnico, mientras en el narrativo todo suena a subtextos, relatos y emociones decenas de veces vistas y oídas.
Más allá de lo insólito de la personalidad del autor origen de la película, esta solo logra ofrecer una dignidad básica y un par de enseñanzas valiosas para padres que tienen expectativas excesivas sobre sus hijos.
El ritmo es cansino; la potencia visual de Tarsem, inexistente, y ver al príncipe como un simple perrito faldero (no es una metáfora, es literal) solo produce estupefacción.
Tim Hill dota al conjunto de buen ritmo. Sin embargo, el principal problema de Hop radica en su concepto. La película no logra encontrar su propio rumbo, quedando en un limbo narrativo que afecta su coherencia.
Soberbia Frances McDormand. La inmensa belleza de la película surge de la sutileza de los pequeños gestos. Es casi un wéstern existencial, un drama rebelde e inquieto, y al mismo tiempo, una obra hermosa y desgarradora.
Con cierta apariencia de comedia negra pero tratamiento blanco, el guion añade también una meritoria cuota de actualidad. La fórmula ya huele. Y, sin embargo, sigue oliendo más que aceptablemente.
Una historia escueta que tiene el mérito de no retroceder en sus pretensiones. Apunta y, al final, dispara. Sin embargo, durante su desarrollo, los personajes femeninos no logran representar adecuadamente el estado moral y social.
Hay energía, gusto, rabia, misterio. Hay un director que provoca sensaciones. 'Green Room' no logra mantener el nivel alto durante toda su duración, ya que sin respiro no se puede alcanzar un clímax; aquí, sin embargo, todo se transforma en clímax.
Melodrama con toques de comedia. A veces, incluso algo extemporánea, como en los instantes de slapstick, definitivamente fuera de onda a pesar de la simpatía general del conjunto.
Entre el sentido común y la idiotez contemporánea, la película, presentada con simplicidad y autenticidad por Loncraine, se destaca por un elemento invaluable: el poder de las miradas.
Esta película cuenta con dos virtudes fundamentales que la hacen irresistible: una escritura sutil y sensible, capaz de ser ligera y trascendental al mismo tiempo, así como un trabajo interpretativo excepcional.